lunes, 20 de febrero de 2023

RECUERDOS DE CASA BARRACHINA DE LOS 50 EN VARIOS PÁRRAFOS

 

Interior de casa Barrachina. LP

“No recuerdo si esta vez al llegar a Valencia sentí primero el incienso del Patriarca después de atravesar el frescor del zaguán donde reptaba el dragón por la pared, o fue el apestoso olor a mantequilla caliente de Barrachina, ya que los dos lugares visité el mismo día en busca de confesión con el padre España y de la compañía de aquella prostituta que quería llevarme a la lucha libre. A los dos seres encontré en su sitio. El padre España estaba en el primer confesionario entrando a la derecha y la China se hallaba sentada a la misma mesa en el altillo de la cafetería con la mandíbula apoyada en un puño” […] “Caía sobre Valencia un crepúsculo amoratado y todo el neón crepitaba en la cafetería Barrachina donde Bola primero se comió dos bocadillos de blanco y negro hechos con butifarra y longaniza.”


“Yo iba muchas tardes a la cafetería Barrachina y me enredaba frente a un yogur batido con aquella chica que hablaba del más allá sin dejar de mirarme con una dulzura muy profunda. La veía sentada a un velador esperando y mientras subía por la escalera de mármol hacia la rotonda a veces ya no sabía si yo era el hijo del fabricante de zapatos muerto en accidente que acudía a una cita con su novia o era un simple mortal que no había muerto todavía y que solo buscaba seguir hasta el final un juego excitante.”

Tranvía a la Malvarrosa. Manuel Vicent

Ofrenda en día de fallas por delante de Casa Barrachina

Considerada como la Capilla Sixitina de la gastronomia valenciana durante décadas, era la parte más emblemática del establecimiento. El lugar más visitado por los valencianos desde su instalación en el edificio situado entre las calles Sangre y En Llop. Y de la popular Casa Barrachina se servía Manuel Vicent para con su pluma dar "un viva" a todo el encanto, bullicio y vida que por su interior transitaba en la mayor parte del día, desde el burgués adinerado al simple ciudadano de a pie, quienes en sus barras hallaban o bien un helado para remediar el calor de agosto,  o bien los buñuelos de San José. Caramelos, jamones, refrescos, conservas, bocadillos, buena mesa y mantel, un servicio esmerado que un día cerró sus puertas y nos dejó huérfanos a los valencianos.

Texto de Amparo Zalve

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