sábado, 12 de noviembre de 2022

EL NIÑO LLORÓN

Mateo Crespo Ivars presidiendo la tienda.- Archivo Famliar.

En el número cincuenta y ocho de la calle Russafa hay un establecimiento de alimentación que llama la atención de los viandantes: en el exterior por su peculiar y llamativa denominación y logotipo, y en su interior por la enorme variedad de oferta.

Escaparate y mostradores, vitrinas, paredes, incluso parte del suelo está ocupado, pero bien clasificado, por sacos de legumbres, pastas caseras, fiambres variados, conservas, con algunas que es raro encontrar en otros sitios, vinos, licores, y un largo etcétera de productos alimenticios.

Mateo Crespo Navarro tras el mostrador.- 2022.- Esteban Gonzalo

Están especializados en preparar bandejas de fiambres, frivolidades y dulces para actos diversos.

Comercio nonagenario en el barrio, pero con 117 años contando desde su creación en el barrio del Mercado Central.

Desde la entrada.- 2022.- Esteban Gonzalo

Comenzó la historia comercial Consuelo Prats cuando en el año 1905 se estableció en el número 3 de la calle Ercilla para vender, principalmente y como sucursal de Barcelona, el café y el chocolate que recibían de Naguabo, ciudad de Puerto Rico. Empresa que tenía como logotipo un llamativo Niño Llorón a quien se le había caído la taza de chocolate.

El viejo logotipo entre vinos y licores.- 2022.- Esteban Gonzalo

En 1926, Mateo Crespo Ivars, vino desde su Benissa natal buscando un futuro laboral y encontró acogida, como dependiente, en la tienda de Consuelo.

Fue su gran acierto como empresaria, ya que Mateo demostró ser muy eficiente, de tal manera que cuando en 1930 trasladó el negocio al número 62, ahora 58, de la calle Russafa, donde antes hubo una paquetería, se lo encomendó a su espabilado empleado.

1970.- Fachada antes de la reforma.- Archivo Familiar

En 1936 lo llamaron a filas, pero al terminar la guerra no hizo el servicio militar al ser hijo de viuda, y se puso nuevamente al frente del comercio de la calle Russafa, que estuvo cerrado los años de la contienda.

Poco después, en la década de los cuarenta, como Consuelo no tenía hijos le traspasó la tienda a Mateo, quien en los años sesenta del siglo pasado cambió la titularidad a El Niño Llorón, por popularidad del niño cabezón y por la inutilidad de la marca caribeña, ya que durante la guerra y en la posguerra los gobiernos españoles prohibieron la libre importación de café y los comercios se tuvieron que adaptar a los suministros estatales.

Fachada actual.- 2021.- Esteban Gonzalo

Era época de auge de los ultramarinos y en El Niño Llorón trabajaban varios familiares para atender a los clientes.

Larga historia comercial donde a la venta de café, legumbres y frutos secos, añadieron fiambres y conservas cuando Salvador, hermano de Mateo, volvió del servicio militar, donde estuvo destinado en el economato, y en 1975 vinos y licores cuando cerraron su vecina Bodega Juan Burgos, a quien anteriormente no quisieron hacerle competencia.

En 1970 fue ampliada la tienda cambiando el uso de parte del bajo y quitaron el antiguo letrero Cafés Naguabo en la parte superior de la fachada.

También pasó a la historia años después la vieja y gran balanza Berkel, que fue sustituida por una electrónica de poca altura.

1970 Con su vieja balanza Berkel.- Archivo familiar.

Como el tiempo no pasa en balde, Mateo, que llegó a nonagenario, cedió la gestión de la tienda a sus hijos Mateo y Salvador Crespo Navarro. Mateo siguió, posiblemente se jubile pronto, y, aunque sus tres hijos tienen otras actividades laborales, tiene la continuidad solucionada. Su hermano Salvador se independizó en 1990 con un comercio en la calle Luis Oliag.

La calidad de la oferta y la peculiaridad de la razón social han sido llamativos alicientes para que hayan ocupado páginas en diarios valencianos y en libros especializados, como “Tiendas Valencianas” de María Ángeles Arazo, y “Comercios Históricos de Valencia” de Gumersindo Fernández y Enrique Ibáñez.

Texto de Esteban Gonzalo Rogel

1 comentario:

  1. En la cercanas fiestas navideñas, era habitual ver al señor Mateo padre, despachar a peso y con exactitud, los ingredientes necesarios para la eleboración casera de los los dulces propios de la Navidad, rosquillas, coquetes, pasteles de boniato etc., era mucha su clientela que se acercaban a su tienda de las cercanas huertas de Malilla, Monteolivete o del mismo Ruzafa, cuando las cosas se hacían en las casas, dando lugar a una fiesta añadida a las fiestas, Eran otros tiemposd..!!

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