1880 - Torres Quart
Son mis
pensamientos :
- Una
inscripción sobre la puerta principal de la entrada de la puerta de Cuarte
rezaba: “Odia el delito y comparece al delincuente”. Todos lo sabían, porque
todos pasaban por ella, los que entraban y los que salían de la ciudad. Una
buena advertencia.
- Entre llamas
y fuego iban saliendo de la Casa de la Ciudad donde estaban presos, donde el
fuego se había declarado un día de febrero de 1585, para volver a ser presos de
nuevo, en este caso los que irían a las torres más altas de la ciudad. Ahora
ya no ocuparían una pequeña, sino que se alojarían en dos grandes y robustos
colosos desde donde divisarían todo el extramuros.
- ¿Por qué los echaron de ahí para que las presas fueran las prostitutas en 1626? El caso es
que unas cuantas décadas esos muros escucharon a las mujeres. El Mariscal
Moncey se ocupó de ello y con más de 1.000 marcas de fusil y 132 de cañón. ¿Cómo iban a arriesgarlas? Antes las
trasladaron al interior de la muralla.
- Los franceses
se van y en 1813 vuelta a ser prisión, pero esta vez militar.
- Ahora
imagino al comandante de las torres de Cuarte con un fajín de cuero del que
colgaban pesadas llaves, las de entonces, porque se pasaría todo el día
abriendo y cerrando celdas, además que era el responsable de cualquier fuga que
hubiera.
- Los rangos
eran muy diferenciados entre los militares, y ya un abismo entre estos y los
pocos presos civiles que acogían, que
sufrían grandes carestías. Los dos centinelas que ocupaban las garitas, de la puerta principal y la de la calle Cuarte, eran bien conocidos
y hasta resultaban simpáticos para los que entraban a diario la cal en
Valencia, que ya lo hacían desde 1650 con los carros blanquecinos y
destartalados. Tal vez una distracción para los presos, que viéndolos desde la
terraza quizás apostaran por los que durante una hora iban a atravesar.
-Me viene al
pensamiento cuando en 1863 se llegó al acuerdo de que los militares no se
mezclaran con el resto, complicándose aún más el espacio común, y solo había
una cocina con un pozo y dos pilas para lavarse cada uno su ropa, o un solo
patio para airearse donde se organizaban verdaderas reyertas.
- Bueno,
tampoco es que hubiera mucho personal al mando del comandante “guardián de las
llaves”: Un oficial, un sargento, dos cabos, ocho soldados y los dos centinelas.
- ¡Hora de
levantarse! Todos a una a la salida del sol. Para el retiro, en pabellones y
calabozos, a las nueve en verano y a las
ocho en invierno. Del rancho, pues del estilo del regimiento acuartelado del
Pilar.
- Algunos la
necesitaban y en 1858 llegó la atención espiritual, con misa en los festivos.
Una sala se había habilitado para ello. El altar principal venía de la
Ciudadela, con un cuadro de Ntra Sra. de la Salud y otro lateral de la Soledad.
Durante unos años se prescindió del acto litúrgico y en cuanto volvió a
retomarse en 1874 ya se oficiaba en el piso bajo.
- Mi último
pensamiento: ¿Qué hubiera sido de seguir estando en este lugar el
insignificante portillo que le precedió a mediados del siglo XIV?
En 1931 ya no
era torre para presos porque ya eran las Torres de Cuarte para la ciudad,
recuerdo de una cárcel.
Texto de Amparo Zalve Polo
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