viernes, 12 de noviembre de 2021

CUANDO NO HAY PAN... BUENOS SON CONVENTOS

 

Convento Jerusalén - Archivo Municipal

Hubo una época, en especial durante la Valencia de principios del siglo XVI, cuando la hambruna se adueñó de la ciudad. Faltaba el trigo, y como si de ello dependiese, el sustento de toda una ciudad. 

Ya muy al inicio del siglo, en 1502, el hambre que hubo en Valencia fue muy agravada por faltar el grano y todos los poseedores de hornos, "Els flaquers", se aprovecharon de ello y al pan le quitaban peso aumentando su precio. Los disturbios no se hicieron de esperar, y el pueblo se rebeló asaltando las tahonas. Aunque se fue restableciendo volvió a suceder en el año 1508, llevando la escasez del grano a la deambulación de gentes por las calles, ya que muchos eran los llegados a la ciudad, pero pocos los que tenían trabajo.

En tiempos en los que falta hasta el pan eran muchos los hijos de familia que vieron en la vida religiosa una salida. Se hicieron notables los conventos que se construían en la primera década, para las nuevas vocaciones, para los hijos “proscritos” y para las hijas que no se casan pronto en estos tiempos de hambre y dificultad. 

En el aluvión de los nuevos conventos se encontraban: 

Cercano a la puerta de San Vicente llegó la orden de las franciscanas y crearon un convento al que se le llamó convento de Jerusalén.

Muy cerca del portal de Quart los agustinos con el convento del Socorro, mucho más tarde colegio Jesús María. 

El nuevo convento del Remedio, cerca de la puerta del Mar. 

Cerca de la puerta del Coixo el convento de la Encarnación, levantado por las monjas Carmelitas. Y en el camino al pueblo de Burjassot, las monjas agustinas se establecían en el convento de la Esperanza.

Texto de Amparo Zalve Polo

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