La actual costumbre de cambiar el nombre de las calles en la ciudad por motivos políticos, no es nada nuevo en la historiografía del cap i casal, tanto en cuanto es y ha sido un puro divertimento para los munícipes reunidos al cobijo de la casa consistorial que les otorga poder y gloria.
Y así se reflejaba en el periódico Las Provincias de marzo de 1902, que salía al paso de lo que consideraba el cronista como “la manía de cambiar el nombre de las calles”.
Y nada menos que se proponía el cambio de la entrañable y comercial Bajada de San Francisco, a la que el concejal republicano, Sr. Llagaría, lanzaba su propuesta para homenajear a Víctor Hugo, así como a la muy próxima San Fernando, sustituir su nombre por el también republicano Ruiz Zorrilla, mientras que el diario blasquista El Pueblo, lanzaba su propuesta para que la plaza de la Reina, fuera dedicada a Pi y Margall.
El rifirrafe entre ambos diarios estaba servido. Y Las Provincias recordaba la afirmación de hacía muy poco tiempo por parte de El Pueblo: "los concejales republicanos sostendrán sus deberes de partido, sin desplantes ni intransigencias exageradas”, para continuar afirmando que no era este el camino de la prudencia, pues los cambios de nombres en la calles y plazas de la ciudad son un alarde de imposición, sobreponiendo la pasión política a las consideraciones debidas a los que no pensamos como ellos.
Provocar de este modo a una buena parte de la opinión, no es el mejor modo de atraer a favor del Ayuntamiento todos los elementos y las fuerzas que éste debe agrupar, si se propone de veras prestar a Valencia grandes servicios.
En fin, la actualidad de siempre.
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