sábado, 15 de mayo de 2021

CONOCIDO POR SUS SEUDÓNIMOS MÁS QUE POR SU NOMBRE: ENRIQUE PERTEGÁS FERRER

Años 30 - Pertegas en su estudio

Triste es que la mayoría no lo conozcan, cuando fue una de las grandes figuras del segundo tercio del siglo XX. Sí, Enrique Pertegás Ferrer, anónimo para el que miraba sus ilustraciones, pero no para el mundillo artístico cultural con el que se relacionaba, con los que gustaba frecuentar ciertos cafés de la época, como el café Munich.

Como los tantos genios que han existido, habría que decir que con sólo trece años ya fue propuesto como el mejor alumno de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos. Un niño que fue creciendo con el influjo más que nada de su madre, maestra en la Institución para la Enseñanza de la Mujer, llegando a ser profesora de la escuela de magisterio, con especialidad didáctica en dibujo, embebiendo así la personalidad del hijo.

1932 - Viñetas para el almanaque Fifi

El verdadero enfoque y desarrollo durante su vida fué a partir de los veintiuno. Un joven que formaba parte de la primera asociación impulsora del valencianismo político, “Valencia Nova”, más tarde lo haría también de “Patria Nova” y “Joventut Valencianista”, hasta los años veinte. Hacía casi todas las portadas de las revistas de estas asociaciones.

En poco tiempo ya adquirió la fama suficiente como ilustrador y recibía encargos de carteles taurinos. Al poco, lo fichó la revista El Clarín de los años  veinte. 

Más y más iba dándose a conocer y un rasgo muy característico de él se le hacía notar, el de su inclinación por la figura femenina. Prueba de ello, la decoración del café Suizo. 

Hay que hacerse a la idea: Diez figuras de mujer en sus paredes, una simbolizaba el café, el té, la cerveza, el vermut, el jerez, el chocolate, el cognac, la absenta, el whisky, y el champagne. ¡Cómo para no saber que tomar!

Otro dato curioso fue la ilustración de la portada de la primera edición de la novela Mare Nostrum, de Vicente Blasco Ibáñez (la diosa Anfitrite saliendo de las aguas del mar). A la admiración de las mujeres se le iba mezclando ese toque pillín, provocador, y ciertamente erótico la mayoría de las veces. 

En la primitiva revista El Fallero, las portadas eran relacionadas con mujeres en traje de valenciana, siempre con algún gesto insinuante.

Pero no creamos que abandonó su faceta inicial de pintor. Exponía también óleos ganándose el apodo del “Artista de la desnudez femenina”.

Editores del momento se lo rifaban para hacer sus viñetas y portadas, creando para ellos todo el erotismo que les gustaba, el que gustaba a ciertos sectores, y porqué no, también a la masa popular, aunque no querían ser reconocidos como lectores de ese tipo de revista, no fuera que su esposa le esperara con el rodillo detrás de la puerta; por cierto escena muy repetida en las ilustraciones satíricas. 

El momento de máximo esplendor fue el conocer al editor de la revista La Traca, Vicente Miguel Carceller. Utilizaba el seudónimo “Tramús” para la viñeta más socarrona, y “Sade” para la más refinada y moderna, la de mayor calidad gráfica. Más tarde saldrían las revistas “La Chela” y “La Sombra”. 

Justamente, por ser heraldo del sexo, era el mayor ilustrador de revistas y almanaques de la erótica castellana, como Fifí, Rojo y Verde, El Piropo, o Bésame. En fin, porno de la época.

Llegó el día en el que el editor de La Traca fue torturado para que revelara el nombre verdadero de sus dibujantes; como si nada: le hicieron comerse ejemplares de La Traca, pero nunca los desveló. 

En 1940, Carceller fue fusilado en el campo de tiro de Paterna, junto a uno de sus ilustradores, del que sí que averiguaron el seudónimo. Los ejemplares de la Traca desaparecieron, la gente se fue deshaciendo de ellos por miedo a ser pillados  y correr la misma suerte que el editor.

A partir de la desaparición de Carceller, Pertegás volvió a dibujar para la prensa popular, pero ilustrando tebeos y en este caso firmando como “Henry”

Texto de Amparo Zalve Polo

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