martes, 9 de febrero de 2021

¡SALVAMOS EL PATRIMONIO ARTÍSTICO NACIONAL!

Protección en Torres de Serranos

Una larga noche le faltaba por pasar al convoy que a hurtadillas debía salir de Madrid en aquellas circunstancias en plena Guerra Civil española con destino Valencia, a expensas de que cualquier bombardeo, contienda o simplemente inclemencias del tiempo pudieran dañar las obras del Tesoro Artístico. Exigía mucha dificultad para los algo más de trescientos kilómetros que separaban ambas ciudades en un país en guerra.

La fría noche de noviembre del 36, soldados del 5º Regimiento y de la Motorizada rodeaban los camiones esperando la orden de marchar con los Goya, Murillo, Tiziano, Rembrandt, Velázquez, Rubens, entre los mas apreciados en la puerta del Museo del Prado.  Especialistas en embalaje de obras de arte se habían afanado hasta el último momento en el acondicionamiento con el fin de que se aminoraran los efectos de posibles contratiempos que pudieran ocurrir en el camino.

Revisión de tapices para su traslado

Se dió la orden de partida, y 71 camiones de techo abierto, protegidos por una lona, con un total de 2.000 cajas, 353 pinturas, 168 dibujos, el Tesoro del Delfín, una gran cantidad de tapices y parte de la colección particular del duque de Alba, así como de otras colecciones privadas y obras de El Escorial junto a las de algunas iglesias tenían que llegar en varias salidas hacia Valencia. Huída de los tres bombardeos que pocos días atrás habían asolado el cielo de Madrid y uno de ellos sobre el tejado del Museo del Prado, y que ya advertían del peligro que corrían las obras que albergaba la pinacoteca.

El tesoro no viajaba solo, iba acompañado por una comitiva formada por un grupo de funcionarios y técnicos del Museo, capitaneada por el pintor Timoteo Pérez. A un máximo de 30 kilómetros por hora, con extintores, alejados de surtidores de gasolina, con vehículos cisterna de apoyo, la logística tenía que complementarse con la distancia entre los vehículos. La primera piedra que encontraron en el camino fue al pasar el puente de Arganda, que hizo falta bajar los cuadros para pasarlos a hombros al otro extremo porque el andamiaje era demasiado alto. No hubieron muchos percances más allá de este.

Mampara de protección

La llegada a Valencia aquella mañana fue recibida por las Torres de Serranos. Estaba muy bien acondicionada, para ello se había esmerado el arquitecto José Lino Vaamonde con ayuda del también arquitecto Pedro Muguruza para lo que en un principio las condiciones eran de carácter temporal y sin obras, pero que en junio, debido a la situación bélica, se permite a la Dirección de Bellas Artes unas obras para preservarlas mejor.

El lugar, sin duda, fue el mejor escogido: una construcción fuerte y robusta y en la que los bombardeos poco podrían hacer .

Se construyó una bóveda de 90 centímetros de ancho sobre el suelo del primer piso, con tres mallas de acero entre ellas a 10, 25 y 80 centímetros, distanciadas, separándose del suelo 80 centímetros. Sobre esta bóveda se acumuló un metro de cáscara de arroz para amortiguar, y sobre ella un metro de tierra. En el segundo piso otro metro de tierra, y la terraza cubierta con sacos terreros. 

Las Meninas en el Colegio del Patriarca

Solo existía un problema, no cabían todas las obras allí y algunas de ellas se alojaron en  la iglesia del Patriarca, nada que no estuviera ya previsto y de tal modo acondicionado para ello.

1936 - Josep Renau - Director General de Bellas Artes

Toda la operación salió bien y el valenciano Josep Renau, Director General de Bellas Artes, del que había salido la idea, junto a otras personas célebres y otras anónimas se vieron satisfechos por el acontecimiento histórico llevado a cabo en la ciudad de Valencia, y agradecida toda España por salvaguardar el Tesoro Artístico Nacional en un momento tan convulso.

Allí estuvieron hasta que en 1938 el Gobierno de la República ordena el traslado desde Valencia a Cataluña, concretamente a la localidad de Figueras, debido al avance de la guerra hacia el Levante, y esta vez no estuvo exento de contratiempos.

Texto de Amparo Zalve Polo

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