jueves, 3 de diciembre de 2020

DEL GRAU AL PUERTO

1846 - Villanueva del Grao

Era día nublado y el fuerte viento de Levante hacía casi imposible la navegación por el interior de la laguna que formaba el río Turia en su orilla izquierda. Existía ya un pequeño asentamiento junto a ella de pescadores, algunos comerciantes y marineros. Sabían de las condiciones del Mediterráneo y de las climatológicas, pero la necesidad del sustento para sus familias lo hacía necesario.

Llegó un día en el que el rey Jaime I estableció el campamento y aquella pequeña zona habitada de la costa de Valencia dió un vuelco y se le puso el nombre de “Grau” (palabra del latín Gradus). Bendita fue la hora que el rey se dió cuenta que había que mejorar esas condiciones y promulgó la edificación de una muro para protección y nuevas casas para las gentes, aunque las barracas quedaban allí asentadas mientras aguantaran. Todo el conjunto tomó el nombre de “Vila nova Maris Valentiae”, en la que sus habitantes no pagaban ningún servicio por privilegio real.  Aquí ya habíamos llegado a 1249, y por supuesto la reacción era de esperar, el número de pobladores iba aumentando, y el tráfico marítimo también.

1858 - Puerto de Valencia

Tanto fue así, que en 1321, el Astillero Real, o llamada “Draçana del Senyor Rey”, gozaba de gran fama. En las Atarazanas del Grau de la Mar se construían importantes naves.

Existía un pequeño embarcadero que los que lo usaban tenían que sufragar, con el pago de los derechos. ¿Cómo garantizar ese pago? Es fácil de entender que las aguas del Turia solo eran navegables hasta las murallas y a las embarcaciones se les prohibía descargar en los márgenes del río. No hacía falta elaborar mucho la respuesta, tenían que pasar por el embarcadero.

Pero no, eso no era un embarcadero, ni merecía su nombre. Pronto llegaría el que de verdad fue el primer embarcadero de Valencia, y podría decir que como primera piedra del puerto, tampoco estaría mal. Se llamaría “Pont de Fusta”, obra otorgada en privilegio a Antoni Juan, en 1483, por Fernando el Católico. Puente de madera que desde tierra firme acababa dentro del mar.

1870 - J. Laurent

Otro vuelco para la vida marítima. Las Atarazanas se ampliaron, la demanda de barcos era tan importante que otros astilleros se instalaron en zonas extramar. Curiosidad, la aparición del Barrio de Pescadores tan alejado de la costa, junto a la Plaza de San Francisco y que luego le dió nombre a la calle de las Barcas .

Los bosques cercanos provisionan de madera la cantidad de almacenes con sus troncos, los había también procedentes de bosques de otros puntos del reino  y de Cataluña.

Proyecto de Güelda de 1686

No hubo fortuna para el embarcadero. Los descendientes de Antoni Joan lo fueron dejando en abandono, no les salía rentable y como colofón una riada en 1555 lo dejó inservible.

A partir de aquí y sin extenderme en los contratiempos de toda índole, el tan deseado puerto del Grao tardó muchos años de llegar. Así, continuaban las pésimas condiciones en las que se realizaba la carga y descarga, los accidentes por enbravecimiento del mar, al no estar protegido y el tráfico marítimo se hacía en la playa, varando directamente en la orilla.                          

Pondremos por fin fecha al inicio: A final del 1821 se levantó el actual Dique de Levante.

Las visitas regias pusieron de manifiesto la importancia del recinto portuario, tanto la de S.A  la infanta Isabel en 1907, como dos años más tarde SS.AA los infantes D. Fernando y Dña. María Teresa. 

Texto de Amparo Zalve Polo

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