jueves, 15 de octubre de 2020

BAUTIZO EN LOS AÑOS CINCUENTA

Foto Ortells, ca. 1950. Plaza de Jesús, iglesia de Jesús.

Para una parte de los lectores, como para mí, el recuerdo de una tarde de domingo, después de comer, era oír por la radio aquel serial para jóvenes llamado “El criminal nunca gana” y a continuación la retransmisión de los partidos de fútbol o los discos dedicados, ojo, aunque ya se había inventado, no había televisión en España y lo de Internet ni siquiera se había pensado.

Todo esto era algo previo a salir a la calle con los amigos del barrio para ir a la parroquia más cercana e informarnos de si esa tarde había bautizos. Esa ceremonia cristiana a la que acudíamos como convidados de segunda clase, naturalmente en el interior de la iglesia estaban, aparte del cura oficiante, el recién nacido con sus padres, sus padrinos, sus hermanos, abuelos, tíos, primos y demás familia así como algunos vecinos y conocidos. Los niños de la barriada nos asomábamos a ver si ya se acababa la ceremonia y prepararnos para la salida de la comitiva.

Primero salían los padres con el recién cristianado en brazos y detrás los padrinos, familiares y luego el resto de los invitados. Nosotros mirábamos si los padrinos llevaban bolsas de caramelos y bolsillos abultados con calderilla, y tras cantarles aquello de “Padrina ronyosa ha parit una gosa” o “Padrí ronyós ha parit un gos” esperábamos que comenzaran a tirarnos los caramelos y/o la calderilla para como se ve en la foto agacharnos a recoger lo que pudiéramos. Tras varias tiradas, cuando se veía que no había más para echarnos, los chiquillos nos alejábamos a ver qué ganancias, dulces o económicas habíamos obtenido y retrocedíamos hacia la iglesia por si había otro bautizo y repetir la jugada. La comitiva oficial iba según los casos a un bar cercano y tomar una horchata o chocolatada o pasteles, o a la casa del recién nacido, más o menos a tomar lo mismo, pero servido por padres y abuelos.

Lo peor que te podía pasar era recibir un buen caramelazo en la cabeza o algún golpe con una moneda de 25 o 50 céntimos tirada con mala uva por parte del padrino, porque lo de la peseta era ya palabra mayor. Era divertido y entretenido para pasar una tarde de domingo.

Texto de Enrique Goñi Igual.

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