miércoles, 1 de julio de 2020

PROHIBIDO EMPINAR EL CACHIRULO


La imagen de los años cincuenta nos muestra a un niño dispuesto al vuelo de un cachirulo a la espera de una ligera ráfaga de viento que lo eleve. Nos indica de su pericia, con el único peligro del "fil trencat". Pero no siempre fue así.

Corría el año 1737 y el Consejo de Ciudad, entre sus muchas otras preocupaciones, tuvo que tomar la decisión que afectaba a una costumbre ya muy arraigada entre los valencianos que venía de muy antiguo; se dice de época árabe. 

Por lo visto era frecuente alzar el vuelo de los cachirulos desde torres, azoteas y tejados, incluso desde los miramares, por lo visto en posiciones muy arriesgadas, pues fueron varios los accidentes, alguno que otro mortal, al caer el osado "cachirulero" desde la altura de una casa, que, por su consecuenciadebía ser elevada.   

El Consejo se vio obligado a dar un pregón municipal el 1 de marzo de 1737 que salía al paso de esta diversión, aplicado sin distinción de edades.

Costumbre citada por vez primera en el dietario de mosén Juan Porcar, capellán de San Martín, quien narra un rico anecdotario de la ciudad entre los años 1589 y 1629, mencionando un cachirulo que volaba en 1606 sobre el Convento de la Zaidia con la imagen de San Vicente Ferrer en dirección hacia el Puente de la Trinidad, donde el hilo de cuerda se enganchó a un cable y tras caer sobre el cauce, el Santo siguió navegando sobre sus aguas. 

El pregón aconsejaba su disfrute siempre y cuando no supusiera riesgo alguno para sus promotores, instando al empinado de los cachirulos sólo desde el ras de los campos, el de las calles o el de las plazas, advirtiendo de severos castigos a quienes incumplieran lo dispuesto, que incluso podía llegar a "quince días de cárcel", con el costo añadido de los gastos de Justicia. 

La foto de los años cincuenta no puede ser más inocente, pero su práctica allá por el setecientos, tenía sus peligros.

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