En 1929, el día de San Jaime, se inauguró el Museo Taurino
en un local anexo a la plaza de toros que con anterioridad había sido utilizado
como taller escenográfico al servicio del teatro Principal, que como la plaza
taurina, era propiedad de la Diputación, bajo la tutela del Hospital
Provincial.
Ricardo Alós, quien residía en la calle Baja 26, del barrio del Carmen, escenógrafo de gran prestigio en la última década del XIX, prestó sus servicios en aquel taller, al tiempo que pintaba telones y decorados, con gran dominio del escenario en sus representaciones, encargos que recibía para los teatros de la ciudad, a la par que lo hacía con alcance no sólo provincial sino también nacional. Incluso en ultramar.
Ricardo Alós, quien residía en la calle Baja 26, del barrio del Carmen, escenógrafo de gran prestigio en la última década del XIX, prestó sus servicios en aquel taller, al tiempo que pintaba telones y decorados, con gran dominio del escenario en sus representaciones, encargos que recibía para los teatros de la ciudad, a la par que lo hacía con alcance no sólo provincial sino también nacional. Incluso en ultramar.
La postal coloreada de 1916, de cuando se está completando la
cubierta de la estación de Demetrio Ribes, nos indica el toque indiano del
edificio, muy adecuado para su función museística que tendría a partir de 1929.
El edificio que en su segunda planta albergaría el Museo
Taurino, con la planta baja como almacén, disponía de amplios ventanales que
iban a dar gran luminosidad a la colección taurina de Luis Moroder Peiró, quien ya
había fallecido, enriqueciendo sus objetos taurinos en su domicilio de la plaza
Mirasol, y cuyos herederos donaron tan cuantioso legado a la Diputación. Depositado éste en un principio en el Hospital, para encontrar el lugar
apropiado para exposición al público, según el compromiso alcanzado, que por su naturaleza no podía ser otro
más que el ceñido al coso taurino.
Siempre me llamó la atencion
ResponderEliminaréste edificio, que parece ser, fue de corta vida.