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miércoles, 29 de enero de 2020

EL GRAN CONVENTO DE LA ORDEN FRANCISCANA - I PARTE


Mi debilidad por este tema me hace contarlo en varias partes. De todos es sabido que hay ciertos lugares, o incluso costumbres, que producen interés; cierto es, que en mi caso me dejo llevar por la falta de información sacada a la luz sobre el Convento de San francisco, eso parece que favorece mi intriga y busque más sobre ello. Hay algo también que llama a mi interés, la grandiosa arquitectura, la ubicación y el enorme poder mediático urbanístico y militar.

Vayamos al inicio: la leyenda, aunque no lo era, asi lo parece.

Dos frailes misioneros franciscanos, Juan de Perusa y Pedro de Saxoferrato,  inician su viaje a Valencia con el fin de la evangelización. Eso ocurre en 1228. Ya tenían la intuición, más bien decir la seguridad, de que el rey almohade Zey-Abu-Zeyt caería preso del cristianismo, y no pudo llegar más rápido a sus oídos, por lo que antes de vencido, vencedor. Y asi lo hizo. Los capturó, los martirizó y les dió muerte.

Esto ya es inseguro: Lo que cuentan es que fueron ejecutados en un lugar cercano a la antigua plaza de la Figuera.

Como lo queramos llamar, maleficio, profecía, pero cierto que el rey fue destronado y se coronó como último rey de la valencia musulmana al rey Zayyan. No le quedó más remedio al rey destronado que pactar con el conquistador, apoyándole en la conquista de Valencia, cediéndole distintas propiedades y lo que menos le gustó, convertirse al cristianismo. Tuvo que cambiarse incluso el nombre por el de Vicente Belvis. Por cierto, bien valenciano.

El rey Jaime I, reconquistó Valencia, y después de 527 años con dominio musulmán, el Reino volvió a tener un monarca cristiano.

Se encontró con el problema de la cristianización y encontró apoyo con la orden franciscana, que había perdido hacía ya diez años a los frailes citados al principio. Deposita en ellos su confianza y como agradecimiento les regala una parcela de tierra de realengo. Estaba fuera de las murallas y alli edificarían un convento. También unas casas, pero estas ya dentro de la ciudad, muy cerca de la plaza de la Figuera, donde pudieran alojarse hasta que el convento estuviera terminado.

Seguiré contando en la segunda parte.

Texto de Amparo Zalve Polo

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