Archivo Municipal
Con el comienzo del año 1909 y tras la decisión de llevar a
cabo la Exposición Regional Valenciana por parte del Ateneo Mercantil, la actividad en el tejido industrial y comercial de la ciudad fue
frenética, y la firmeza para poner a punto el evento y en tiempo récord fueron la clave; y
más partiendo de cero. Y en el corto
horizonte, su fecha inaugural: el próximo
mes de mayo.
De tal modo, que las ocurrencias más estridentes no
sorprendían, hasta el punto de que "un tranvía al Miguelete" era el
nombre de un osado proyecto presentado al Ayuntamiento.
La extravagancia tenía lugar con el punto de su salida desde la misma
plaza del Miguelete, y su destino en todo el alto del Micalet.
Fue D. Luis Gil Sumbiela quien presentó en el mes de marzo ante el Ayuntamiento los planos y memoria para la construcción de un "Tranvía funicular" con este fin, cuyo proyecto tenia la autoría del capitán de Ingenieros Bernardo Cabañas, quien se encargaría de la dirección de la obra.
De tracción eléctrica y de corriente continúa, el motor estaría instalado en lo alto del Micalet, que tiraría de unos cables de alambres de acero fundido al crisol, con una resistencia a la rotura de 125 kgs por milímetro cuadrado, cada uno de ellos de 21 mm de diámetro, con un total de 222 alambres cuyo aguante a la rotura iban a soportar 21.5000 kgs.
Los coches vacíos, cerrados para ocho pasajeros, y con un peso 850 kgs presentarían un aspecto elegante, con su correspondiente empaque.
Para su ascenso sobre la fachada del Miguelete y respetando hasta sus mínimos detalles artísticos, se fijarán de dos en dos metros las piezas de hierro necesarias, con dos guías del mismo metal, sobre las que rodarán cuatro ruedas, con una pestaña exterior para que el coche no tenga ningún movimiento horizontal en su ascenso que pudiera causar alarma al viajero. Las torrecillas situadas sobre la plataforma superior del Micalet, serán también de hierro.
La seguridad del funicular es absoluta, garantizada por un aparato Ramoneda, que detiene de inmediato al vagón, ante cualquier contigencia, vaticinaba el autor de la idea.
El Sr. Gil Sumbiela ofrece al Ayuntamiento a cambio de su autorización para la construcción y puesta en marcha del servicio, cederlo a perpetuidad en beneficio de la ciudad, a cambio tan solo de que se le conceda la explotación hasta el próximo 1 de enero, ocho meses escasos.
Sin embargo, como quiera que el Micalet es propiedad de la Catedral, aunque sea el Ayuntamiento el encargado de sus reparaciones, el Sr. Gil Sumbiela retiró su proyecto del Consistorio para presentarlo al Cabildo de la Catedral, comprometiéndose a su instalación en el plazo de un mes, caso de su autorización.
Pero la actividad era frenética, les decía, y lo que estaba en marcha para cruzar el río y asistir a la Exposición Regional Valenciana, era la construcción de un tranvía aéreo. En aquellos días se estaba en el montaje de dos esbeltas torres para su colocación en las márgenes del Turia desde el Llano del Remedio, y a la espera de la llegada de unos cables de acero de gran calidad, confeccionados en Londres, cuya fecha de inauguración tuvo que retrasarse a la prevista.
En esta ocasión, el Sr. Gil Sumbiela, profesor de fisica y quimica, científico entusiasta, sí consiguió su propósito, lo que fue motivo de una fascinación.
Fue D. Luis Gil Sumbiela quien presentó en el mes de marzo ante el Ayuntamiento los planos y memoria para la construcción de un "Tranvía funicular" con este fin, cuyo proyecto tenia la autoría del capitán de Ingenieros Bernardo Cabañas, quien se encargaría de la dirección de la obra.
De tracción eléctrica y de corriente continúa, el motor estaría instalado en lo alto del Micalet, que tiraría de unos cables de alambres de acero fundido al crisol, con una resistencia a la rotura de 125 kgs por milímetro cuadrado, cada uno de ellos de 21 mm de diámetro, con un total de 222 alambres cuyo aguante a la rotura iban a soportar 21.5000 kgs.
Los coches vacíos, cerrados para ocho pasajeros, y con un peso 850 kgs presentarían un aspecto elegante, con su correspondiente empaque.
Para su ascenso sobre la fachada del Miguelete y respetando hasta sus mínimos detalles artísticos, se fijarán de dos en dos metros las piezas de hierro necesarias, con dos guías del mismo metal, sobre las que rodarán cuatro ruedas, con una pestaña exterior para que el coche no tenga ningún movimiento horizontal en su ascenso que pudiera causar alarma al viajero. Las torrecillas situadas sobre la plataforma superior del Micalet, serán también de hierro.
La seguridad del funicular es absoluta, garantizada por un aparato Ramoneda, que detiene de inmediato al vagón, ante cualquier contigencia, vaticinaba el autor de la idea.
El Sr. Gil Sumbiela ofrece al Ayuntamiento a cambio de su autorización para la construcción y puesta en marcha del servicio, cederlo a perpetuidad en beneficio de la ciudad, a cambio tan solo de que se le conceda la explotación hasta el próximo 1 de enero, ocho meses escasos.
Sin embargo, como quiera que el Micalet es propiedad de la Catedral, aunque sea el Ayuntamiento el encargado de sus reparaciones, el Sr. Gil Sumbiela retiró su proyecto del Consistorio para presentarlo al Cabildo de la Catedral, comprometiéndose a su instalación en el plazo de un mes, caso de su autorización.
Pero la actividad era frenética, les decía, y lo que estaba en marcha para cruzar el río y asistir a la Exposición Regional Valenciana, era la construcción de un tranvía aéreo. En aquellos días se estaba en el montaje de dos esbeltas torres para su colocación en las márgenes del Turia desde el Llano del Remedio, y a la espera de la llegada de unos cables de acero de gran calidad, confeccionados en Londres, cuya fecha de inauguración tuvo que retrasarse a la prevista.
En esta ocasión, el Sr. Gil Sumbiela, profesor de fisica y quimica, científico entusiasta, sí consiguió su propósito, lo que fue motivo de una fascinación.
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