jueves, 18 de abril de 2019

SOLO DOS INSTITUTOS EN LA CAPITAL


Instituto Luis Vives

Durante los años 40 a 60 la capital de Valencia solo contaba con dos institutos diferenciados. Uno para chicos, Luis Vives, y otro para chicas, San Vicente Ferrer.

La separación de sexos era rigurosa. ¿Nos preguntamos por qué sería?

Eran momentos en los que los padres de familia elegían para sus hijos una formación bien en centro religioso, o bien en centro laico, hasta incluso los últimos cursos terminarlos en el laico, con el fin de que el salto a la Universidad no resultara tan brusco.

Es evidente que la necesidad de algún otro instituto era innecesaria. La ciudad no superaba el medio millón de habitantes y además el porcentaje de estudiantes era menor.

Tanto el instituto de los chicos como el de las chicas ocupaban ya sus lugares actuales.

Instituto San Vicente Ferrer

El femenino de San Vicente Ferrer ocupaba el solar de la calle Almirante Cadarso. El chaflán actual no existía y solo daba a la citada calle. A través de un pequeño jardín se accedía al vestíbulo donde se encontraban los bedeles. Atravesando éste, al fondo, se situaba un patio, y las aulas de estudio repartían un número inferior a quinientas señoritas de entre 10 y 17 años.

El instituto masculino de Luis Vives ocupaba su espacio exterior unos grandes árboles que impedían contemplar la grandiosa fachada desde la calle Játiva. Los techos de gran altura y los bancos en rampa escalonada hacían que los alumnos que se sentaban al fondo quedaran más elevados que la tarima del profesor. El patio central o claustro siempre con la permanente estatua de Luis Vives, y como no había ningún tipo de jardinería, en las horas de recreo se podía jugar plácidamente al futbol.  La capilla recaía al cobertizo de San Pablo, por el que se pasaba a la plaza de San Agustín, y en la que obligatoriamente se asistía todas las mañanas a misa de nueve. La disciplina estaba impuesta. El instituto a la hora de entrada ya cerraba sus puertas  y no eran de nuevo abiertas hasta la hora de salida.

 ¡Escaparse no se escapaba nadie!          
                                
Texto de Amparo Zalve Polo

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