En la foto de Finezas, ca. 1950, aparentemente ante las cocheras de la calle Asturias, se ve trabajando un limpiavías.
ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES TRANVIARIAS
En la vida de las empresas tranviarias existen unos empleos
muy conocidos por el gran público, como son el conductor, el cobrador (que era
realmente el jefe del convoy), el revisor, el jefe de línea, los
administrativos en sus oficinas, en talleres los mecánicos, pintores,
electricistas, carpinteros, etc., pero había un par de oficios, que supongo
siempre muy mal pagados, que se ejercían en la calle, a la intemperie, eran el
de limpiavías y el de guardagujas.
El oficio de limpiavías a primera vista suena a innecesario,
pero en el caso de los tranvías de caballos tenía su utilidad, ya que una
fuerte acumulación de tierra, barro o cualquier tipo de inmundicias en la
ranura de la vía podía hacer salir de los raíles a cualquier tranvía, por tanto
era conveniente su limpieza más o menos periódica, pero con la electrificación
la cosa se complica un poco más, puesto que además del riesgo de
descarrilamiento existía el de falsos contactos entre la vía y las ruedas, que
forman el polo negativo del conjunto de la toma de energía en corriente
continua. Desde el trole o ballesta se toma el polo positivo desde la catenaria
y el negativo de las vías a través de las ruedas y con ello se alimentan los
motores del tranvía, y como con cualquier aparato eléctrico no son convenientes
los falsos contactos, es mejor una vía limpia.
Su trabajo consistía en ir siguiendo cada uno de los raíles
con una curiosa herramienta, una barra metálica que finalizaba en una caja
abierta rematada con una lengüeta que se metía en la ranura del raíl y
empujándola se iba sacando del raíl todo tipo de suciedad. De vez en cuando
sacaba de la vía su herramienta y tiraba al suelo la porquería acumulada en
ella.
En la Glorieta, frente a la antigua Tabacalera, ca, 1910 un
limpiavías trabaja sobre la vía al Grao. Foto autor desconocido.
Remember-Valencia, pg. 791.
El otro trabajo humilde y a la intemperie era el de
guardagujas. Consiste en guiar por la vía adecuada al convoy que se acerca a un
desvío. Su herramienta una simple barra metálica capaz de, una vez metida en el
desvío, forzarlo en la posición adecuada, se ve en la foto. Prácticamente desde
que existen los tranvías fueron necesarios los desvíos para dirigir en una
dirección determinada cada convoy según su itinerario. Normalmente cada vez que
se aproximaba a un desvío era el conductor el encargado de parar y con la
palanca bajarse y colocarlo en la posición correcta, ocasionalmente el cobrador
se hacía cargo del asunto.
Pl. Ayuntamiento, guardagujas trabajando en el desvío a la
parada
de la línea nº 1. Foto Finezas, ca. 1955.
Pero en Valencia a partir de 1910 se realizó la primera
prueba con éxito de la automatización de un desvío por la Compañía General de
Tranvías Eléctricos de Valencia (CGTEV) situado en la bifurcación del camino
del Grao (av. Puerto) y camino Viejo del Grao (Islas Canarias) y muy lentamente
se fueron instalando hasta que en 1962 CTFV, heredera de CGTEV nos dice que todos
los desvíos están automatizados. El proceso de cambio quedaba ahora en manos
del conductor del tranvía, que a la vista de la posición del inmediato desvío
decidía o no activarlo para cambiarlo según su destino. Si no había que
cambiarlo debía pasar por un punto determinado de la vía con el mando en punto
muerto, el punto estaba señalizado en la entrevía por una especie de gran
chincheta, semejante a las que en los años ’50 marcaban en Valencia los pasos
de peatones. En caso de tener que cambiar la posición el conductor debía pasar
por el citado punto con la manivela del combinador (manivela de marcha) dando
un corto, pero intenso acelerón. El punto marcaba en realidad el paso del trole
por un determinado tramo de la catenaria, preparado para provocar el cambio de
posición de la aguja eléctricamente.
De todas maneras en algunos puntos con gran acumulación de
tranvías era difícil ejercer la maniobra por falta de espacio y existían
guardagujas como el de la foto en pl. Ayuntamiento, Glorieta y puente de Serranos
eran los más habituales. Está claro que si fallaba el sistema automático había
que parar, retroceder y cambiar a mano, como sucedía de vez en cuando. Lo más
amargo si además estaba lloviendo.
Texto de Enrique Goñi Igual
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