miércoles, 23 de enero de 2019

LIMPIAVÍAS Y GUARDAAGUJAS


En la foto de Finezas, ca. 1950, aparentemente ante las cocheras de la calle Asturias, se ve trabajando un limpiavías.

ANÉCDOTAS Y CURIOSIDADES TRANVIARIAS 

En la vida de las empresas tranviarias existen unos empleos muy conocidos por el gran público, como son el conductor, el cobrador (que era realmente el jefe del convoy), el revisor, el jefe de línea, los administrativos en sus oficinas, en talleres los mecánicos, pintores, electricistas, carpinteros, etc., pero había un par de oficios, que supongo siempre muy mal pagados, que se ejercían en la calle, a la intemperie, eran el de limpiavías y el de guardagujas. 

El oficio de limpiavías a primera vista suena a innecesario, pero en el caso de los tranvías de caballos tenía su utilidad, ya que una fuerte acumulación de tierra, barro o cualquier tipo de inmundicias en la ranura de la vía podía hacer salir de los raíles a cualquier tranvía, por tanto era conveniente su limpieza más o menos periódica, pero con la electrificación la cosa se complica un poco más, puesto que además del riesgo de descarrilamiento existía el de falsos contactos entre la vía y las ruedas, que forman el polo negativo del conjunto de la toma de energía en corriente continua. Desde el trole o ballesta se toma el polo positivo desde la catenaria y el negativo de las vías a través de las ruedas y con ello se alimentan los motores del tranvía, y como con cualquier aparato eléctrico no son convenientes los falsos contactos, es mejor una vía limpia.

Su trabajo consistía en ir siguiendo cada uno de los raíles con una curiosa herramienta, una barra metálica que finalizaba en una caja abierta rematada con una lengüeta que se metía en la ranura del raíl y empujándola se iba sacando del raíl todo tipo de suciedad. De vez en cuando sacaba de la vía su herramienta y tiraba al suelo la porquería acumulada en ella.


En la Glorieta, frente a la antigua Tabacalera, ca, 1910 un limpiavías trabaja sobre la vía al Grao. Foto autor desconocido. Remember-Valencia, pg. 791.

El otro trabajo humilde y a la intemperie era el de guardagujas. Consiste en guiar por la vía adecuada al convoy que se acerca a un desvío. Su herramienta una simple barra metálica capaz de, una vez metida en el desvío, forzarlo en la posición adecuada, se ve en la foto. Prácticamente desde que existen los tranvías fueron necesarios los desvíos para dirigir en una dirección determinada cada convoy según su itinerario. Normalmente cada vez que se aproximaba a un desvío era el conductor el encargado de parar y con la palanca bajarse y colocarlo en la posición correcta, ocasionalmente el cobrador se hacía cargo del asunto.


Pl. Ayuntamiento, guardagujas trabajando en el desvío a la parada 
de la línea nº 1. Foto Finezas, ca. 1955.

Pero en Valencia a partir de 1910 se realizó la primera prueba con éxito de la automatización de un desvío por la Compañía General de Tranvías Eléctricos de Valencia (CGTEV) situado en la bifurcación del camino del Grao (av. Puerto) y camino Viejo del Grao (Islas Canarias) y muy lentamente se fueron instalando hasta que en 1962 CTFV, heredera de CGTEV nos dice que todos los desvíos están automatizados. El proceso de cambio quedaba ahora en manos del conductor del tranvía, que a la vista de la posición del inmediato desvío decidía o no activarlo para cambiarlo según su destino. Si no había que cambiarlo debía pasar por un punto determinado de la vía con el mando en punto muerto, el punto estaba señalizado en la entrevía por una especie de gran chincheta, semejante a las que en los años ’50 marcaban en Valencia los pasos de peatones. En caso de tener que cambiar la posición el conductor debía pasar por el citado punto con la manivela del combinador (manivela de marcha) dando un corto, pero intenso acelerón. El punto marcaba en realidad el paso del trole por un determinado tramo de la catenaria, preparado para provocar el cambio de posición de la aguja eléctricamente.

De todas maneras en algunos puntos con gran acumulación de tranvías era difícil ejercer la maniobra por falta de espacio y existían guardagujas como el de la foto en pl. Ayuntamiento, Glorieta y puente de Serranos eran los más habituales. Está claro que si fallaba el sistema automático había que parar, retroceder y cambiar a mano, como sucedía de vez en cuando. Lo más amargo si además estaba lloviendo.

Texto de Enrique Goñi Igual

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