En 1755 y coincidiendo con el III Centenario de la
Canonización de San Vicente Ferrer se llevaron a cabo diversas actuaciones que
contribuyeron para que la ciudad mejorase en sus servicios.
La popular calle del Trench, desde Santa Catalina al
Mercado, fue la primera que gozó de la modernidad del empedrado. Por su acceso
al "mercat", lució preciosa y el barro y el polvo desapareció en su trazado,
instalándose años después en su cercanía comerciantes de joyas, para ser
conocida la zona como la de los plateros.
Nació el cuerpo de bomberos, al tanto de los fuegos y para
su rápida extinción. Se fundó el Colegio de Abogados, que iba acoger a sus
asociados en beneficio de todos.
Se editaron libros con fotografías del santo, al igual que
un tratado sobre las numerosas posadas que iba a ser de utilidad para los
viajeros que con motivo de la canonización acudían a Valencia.
La popular calle, según la leyenda, que había nacido por un "trencat" en la muralla árabe, marcó el camino a seguir en el resto de la retícula urbana.
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