Archivo Municipal
En su visita a Valencia de 1761 el rey Carlos III se mostró
muy satisfecho al ver su estatua en todo lo alto del Palacio de la Aduana,
cuando su fachada ya estaba terminada, pasados ya tres años del inicio de la obra, flanqueada la escultura por otras dos en su misión de representar las principales virtudes del monarca: la justicia y la prudencia, en una edificación que iba
a necesitar bastantes años para su término.
Labrada por el escultor Vergara sobre un bloque de la cantera
de Barcheta con un peso de dos mil arrobas, fue transportada la mole de piedra por un carro del que
tiraban veinte pares de mulas hasta el palacio, donde en su proximidad se montó el taller. El escultor y por su obra del monarca cobró 800 pesos, a los que se sumaron otras cantidades por el resto de su trabajo.
En el interior se llevaba a cabo una magnífica y suntuosa
escalera, obra de Antonio Gilabert, arquitecto valenciano con importantes obras
en la provincia, que iba a dotar al edificio de la impronta academicista tan
del gusto de Carlos III.
Instalaciones que por otra parte, y por su principal cometido, habían que conjugar con otros
espacios donde almacenar el tabaco y otros productos llegados de ultramar al
puerto de Valencia, con el control de la Aduana como monopolio de la Corona, actividad a la que se dedicó el edificio hasta 1828, cuando se instaló en el mismo la Fábrica de Tabacos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario