Archivo Municipal
La gran devoción religiosa que existía en la Valencia del
siglo XVIII se manifestaba por la existencia en el año 1757 de más de quinientos retablos
o altares, al igual que por la multiplicación de cofradías en recuerdo de
santos diversos, a los que se organizaban fiestas y procesiones a lo largo del
año.
Parte de los retablos estaban en el interior de las
iglesias, pero la gran mayoría se hallaban a la vista en cualquier calle o plaza de la ciudad,
compuestos por azulejos de Manises, donde
se podía observar al santo o sus milagros, o la estampa devota que se venera.
Casi nunca faltaban las flores puestas en hermosos búcaros, ni
las lamparillas de aceites en los altares, que por las noches y durante el día lucían a
cargo de los vecinos, o una persona así encomendada.
Se sentía gran devoción por San Pancracio, que resolvía las dificultades
ante el trabajo, por San Blas, abogado contra los males de garganta, por San
Roque que protegía contra los de la peste, y por San Antón, quien cuida a los animales
domésticos.
Se rendía culto a los santos patronos de gremios y cofradías, todos con su altar, aunque en mayor número eran los dedicados a la Virgen del Rosario que alcanzaba los setenta.
Del Archivo Municipal
vemos a la Virgen en los Santos Juanes, mientras que el retablo cerámico de
Jaume de Scals, ya de época moderna, situado ante la Almoina y en el exterior de la Catedral, nos indica que la costumbre en su
exposición se prolongó hasta el siglo XX.
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