Archivo Municipal
Por donación de Carlos II la familia de los Rabaça de Perellós obtuvo el Marquesado de
Dos Aguas cuando vivían en una casa gótica que avanzado el siglo XVIII
quisieron adecuarla a un nuevo estilo. Y el elegido sería el rococó en su
variante del Barroco, cortesano y animalista, alejado de influencias
religiosas.
Su reforma, por encargo, estuvo a
cargo de Hipólito Rovira y Meri, valido del marqués, pintor y grabador. En 1740 ya
causaba admiración a cuantos se recreaban ante el Palacio para observar su
fachada pintada al estuco, en su imitación al mármol, por José Ferrer, en la que
sobresalen unos balcones diseñados por el propio Rovira, realizados por Luis Domigo con gran acierto.
Pero lo que mayor éxtasis produce al espectador es su puerta
principal a cargo de quien siendo joven tenía prestigio, el escultor Ignacio
Vergara, fiel al diseño y a los deseos de Hipolito Rovira, quien fue el ideologo
de la masa escultórica, triangular, rematada por una hornacina que, sin embargo, en esta
ocasión sitúa la imagen de la Virgen del Rosario.
Y si en su lateral derecho fija sobre el zócalo dos
cocodrilos, dos carcajes con flechas y una vasija, derramando agua con una
gigantesca figura masculina desnuda, en escorzo y con una hiedra a cuyo tronco
se enrosca una serpiente, a la izquierda, igualmente sobre su zócalo, resaltan dos cabezas de león, otra
vasija con la misma función, un escudo y un carcaj que dan sustento a otra figura masculina y a una palmera
datilera.
Arriba, dos figuras masculinas sostienen sobre el dintel el
escudo del Marquesado.
El que cause mayor asombro al visitante su fantástica puerta
no desmerece al resto del conjunto realizado en piedra alabastrina de Niñerola,
cantera del Señorio de Dos Aguas.
Asi pues, en tan
maravillosa obra de arte, destaca el tema fundamental que no es otro que el de
dos atlantes encima de unas cántaras que vierten agua simbolizando el título de
Dos Aguas.
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