Archivo Municipal
La plaza del Mercado fue durante muchos años el corazón de
la ciudad, tanto en cuanto significó el más popular lugar de encuentro donde su
función de mercado se alternaba con saraos y justas medievales, mientras que cuando la ocasión se cernía, la horca ponía el punto y final a los reos de las justicia.
Lugar de fiestas por la amplitud que ofrecía en una ciudad de múltiples
callejuelas y pequeñas plazuelas de una urbe amurallada, bastaba con desmontar
puestos y lonas para que se abriera expedita a cualquier evento.
La plaza del Mercado era pues el lugar idóneo donde colocar
un carafal útil como plaza de toros, que mediante unas extensas lonas libraban
del calor a los asistentes, sujetas por maromas a las almenas de La Lonja en un
espacio cercado por la Iglesia de los Santos Juanes.
Un fuerte viento en 1743 sacudió las lonas, cundió el pánico, cuando por la rotura de una de las almenas y su desprendimiento en plena corrida de toros causó muertes, principalmente por la estampida de las gentes que huían atropelladas por los escalones de la Lonja, causando docenas de personas afectadas entre muertos y heridos.
Aquella fecha tenía los antecedes de 1614 con el hundimiento
de un tablado en la plaza con el resultado de sesenta muertos, que sería aún
más grave en 1718 cuando se hundió el “carafals dels segos”.
Y por su reiteración, los Jurados dieron la orden de que
no se celebraran más corridas de toros en la Plaza del Mercado, dirigiendo la mirada hacia la plaza del Convento de Santo Domingo como más propicia.
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