miércoles, 30 de mayo de 2018

UN ANDAMIO EN EL MIGUELETE


En plena canícula de 1904 se venían produciendo desprendimientos desde lo alto del Miguelete. En el mes de julio la redacción de Las Provincias denunciaba la caída de un nuevo pedrusco, en esta ocasión de cinco kilos aproximados.

Puesto el Ayuntamiento a la tarea, por acuerdo municipal, se acordó eximir del correspondiente arbitrio a la empresa que fuera a colocar el necesario andamio, cuando finalizaba el mes de agosto, que permitiría observar el alcance de los desperfectos y decidir las obras necesarias para evitar nuevos derrumbes.  Sería en el mes de noviembre cuando se iba a consignar una partida de 10.000 pts. para su instalación.

Ante la lentitud de la obra, el Cabildo, en visita al concejal de obras, mostró su lógica preocupación ante una situación que se eternizaba, quedando satisfecho por la aprobación presupuestaria que indicaba la próxima sujeción del andamiaje, como así sucedió.

Sin embargo, una vez instalado el andamio en el mes de diciembre se produjeron varias denuncias que ponían en duda su solidez, lo que motivo que el alcalde instara al arquitecto municipal con el plazo de 24 horas para que informara de su estabilidad, el mismo día que finalizaba el año.

Su informe fue rápido y la prensa del día 10 de enero de 1905 lo hacía público, tanto en cuando la rúbrica del arquitecto garantizaba la seguridad del andamio, pese haberse sustituido el hierro que indicaba su proyecto por la madera.

Pero lo más sorprendente de lo sucedido durante todo aquel largo periodo fue que al socaire de los desprendimientos surgió la idea de elevar la altura del Miguelete, eliminando su espadaña, con la construcción de una gigantesca aguja gótica para alcanzar una altitud superior a los 200 metros,  de acuerdo con el viejo proyecto del señor Alois Heiss, ingeniero al servicio de los ferrocarriles de Almansa a Valencia y Tarragona, idea que fue rechazada por imposible.

Según el plano la torre tendría que levantarse a doble altura de la que hoy alcanza, siguiendo su actual forma y decorando su segunda mitad superior con adornos góticos del mejor gusto, abriendo en ella una magnífica galería de grandes ventanas con vidrios de colores, y colocando sobre ellas un reloj que tendría una esfera en cada uno de los lados del polígono que constituye la torre. Sobre esta inmensa columna de más de 100 metros de elevación, iría colocada la estatua de la Virgen, muy bien dibujada por Mr.  Alois Heiss, que le da una altura de 15,25 m. Esta colosal estatua estaría cubierta por un aéreo templete, sostenido por cuatro columnas, y sobre el cual seguiría una agudísima pirámide calada, cuyo remate sería la cruz. Esta última parte de la torre, que alcanzaría unos 80 metros de altura, suponemos que debiera construirse de hierro”.

Y con este entrecomillado el redactor de Las Provincias rogaba a los estudiosos del proyecto que emitieran su opinión.

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