La Basílica de la Virgen cuya construcción se inició en
1652, vio culminada su obra en 1694 con el Camarín de la Virgen que iba a
guardar a la Geperudeta, "mare dels bons valencians".
Pero para su mayor esplendor, pocos años después, en el nuevo siglo, se recurrió a Acisclo Antonio
Palomino, prestigioso pintor de la época, para que mediante su dominio del fresco dejara para la posteridad la más bella exaltación de la Virgen.
Y manos a la obra también le iban a servir para su trabajo los santos
valencianos que la iban a acompañar pintados en la bóveda, donde, en su cúspide, la Santísima Trinidad y la Virgen, con un coro de ángeles, vírgenes y
personajes bíblicos, iban a impregnar a la basílica del barroquismo imperante, ya certificado recientemente en la iglesia de los Santos Juanes
con los frescos del propio pintor cordobés que por unos pocos años estuvo en
Valencia.
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