Al ver la fotografía de Pedro Blasco en la entrega de su
“Diploma de final de curso” en el colegio de doña Marisa, situado en el Grupo
de Santa Rosa de Benicalap, me ha venido
a la memoria esa misma escena cuyos protagonistas, alguna que otra vez, hemos sido
todos nosotros. El pelo cortado, raya al lado, repeinado y una cara de inocente que lo primero que se observa es su satisfacción.
La frase tan repetida por nuestras madres de la cara bien
limpia, lavada con jabón, y a ser posible Heno de Pravia, que acompaña con su aroma el subconsciente se remueve con la canción de la propaganda … “es una jabón
de verdad, verdad... verdad…. es la fragancia de España”
Final de curso. Recogida de resultados. Pedro viene a ser el
cliché de todos nosotros. Estudiábamos donde se podía. Era una época donde el
deseo de nuestros padres era que tuviéramos una vida mejor que la de ellos.
Para lograrlo había que estudiar. Muchos padres repetían: “estudia… estudia, el
be ha de ser per a tu”.
Ellos habían sido niños de la posguerra. Habían padecido
todas las estrecheces posibles y con escasos años aprendices de oficios
diversos sin saber en qué iban a terminar. Las más de las veces su jornal era
necesario para completar lo que la familia precisaba: freír y comer. La ropa
pasaba de unos a otros hermanos con arreglos y la mayoría de las veces a
pedazos. ¿Quién no ha visto a la abuela haciendo punto para hacer un jersey ,
rebeca, cortar una falda, etc?
Eso es lo que se quería evitar. Con esfuerzo, tesón y
estudio mi hijo tendría lo mejor. El medio donde en Benicalap nos movíamos no
tenía más que la escuela privada, y en los años setenta comenzaba la pública con el Colegio San
Roque, como filial del Instituto de Luis
Vives. Eso significaba que se
necesitaba dinero para pagar el colegio, comprar uniformes, material y un largo
etc, que en gran parte ahogaban cualquier economía familiar de la época.
A pesar de todo, muchas familias optaban por apoyar a sus
hijos para que hicieran bien una carrera media, una superior, o en caso de no
poder, el gran deseo… hacer una oposición para un banco o funcionario del
Estado.
Era la época que se dejaba atrás una un túnel de privaciones y comenzaba un nuevo
horizonte. Hoy desde la atalaya del tiempo, vemos que esa fotografía nos
muestra el impulso de los deseos de
superación. El arranque de una adolescencia que iba a marcar nuestros días.
Cada cual desde su edad, en estos momentos, puede contemplar su vida,
reflexionar y concluir..., pero en gran parte siempre agradecer a quienes
fueron nuestro guía y apoyo.
Texto de Eduardo Donderis Folgado
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