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sábado, 31 de marzo de 2018

EL DIPLOMA Y EL TIEMPO


          

 Foto de Pedro Blasco

Al ver la fotografía de Pedro Blasco en la entrega de su “Diploma de final de curso” en el colegio de doña Marisa, situado en el Grupo de Santa Rosa de Benicalap, me ha venido a la memoria esa misma escena cuyos protagonistas, alguna que otra vez, hemos sido todos nosotros. El pelo cortado, raya al lado, repeinado y una cara de inocente que lo primero que se observa es su satisfacción.

La frase tan repetida por nuestras madres de la cara bien limpia, lavada con jabón, y a ser posible Heno de Pravia, que acompaña con su aroma el subconsciente se remueve con la canción de la propaganda … “es una jabón de verdad, verdad... verdad…. es la fragancia de España”

Final de curso. Recogida de resultados. Pedro viene a ser el cliché de todos nosotros. Estudiábamos donde se podía. Era una época donde el deseo de nuestros padres era que tuviéramos una vida mejor que la de ellos. Para lograrlo había que estudiar. Muchos padres repetían: “estudia… estudia, el be ha de ser per a tu”.

Ellos habían sido niños de la posguerra. Habían padecido todas las estrecheces posibles y con escasos años aprendices de oficios diversos sin saber en qué iban a terminar. Las más de las veces su jornal era necesario para completar lo que la familia precisaba: freír y comer. La ropa pasaba de unos a otros hermanos con arreglos y la mayoría de las veces a pedazos. ¿Quién no ha visto a la abuela haciendo punto para hacer un jersey , rebeca, cortar una falda, etc?

Eso es lo que se quería evitar. Con esfuerzo, tesón y estudio mi hijo tendría lo mejor. El medio donde en Benicalap nos movíamos no tenía más que la escuela privada, y en los años setenta comenzaba la pública con el Colegio San Roque, como filial del Instituto de Luis Vives. Eso significaba que se necesitaba dinero para pagar el colegio, comprar uniformes, material y un largo etc, que en gran parte ahogaban cualquier economía familiar de la época.

A pesar de todo, muchas familias optaban por apoyar a sus hijos para que hicieran bien una carrera media, una superior, o en caso de no poder, el gran deseo… hacer una oposición para un banco o funcionario del Estado.

Era la época que se dejaba atrás una un túnel  de privaciones y comenzaba un nuevo horizonte. Hoy desde la atalaya del tiempo, vemos que esa fotografía nos muestra el impulso de los  deseos de superación. El arranque de una adolescencia que iba a marcar nuestros días. Cada cual desde su edad, en estos momentos, puede contemplar su vida, reflexionar y concluir..., pero en gran parte siempre agradecer a quienes fueron nuestro guía y apoyo.

Texto de Eduardo Donderis Folgado

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