Gran parte de la cartografía de la ciudad de Valencia está
orientada tomando como pedestal el cauce del río Turia. Así lo plasmó Wyngaerde
en su "real encargo" del siglo XVI, la primera representación gráfica de la ciudad con
el río Turia en primer término que abraza la urbe y la perspectiva del mar al
fondo por el que se explaya.
Obedece ello al origen fundacional de la ciudad cuando el
discurrir del río se abre en dos brazos y un cónsul romano fija su mirada en el
centro de una isla fluvial.
Pero tras el pintor flamenco la ciudad crece, y en especial
hacia lo alto, sumando a sus vetustas torres nuevas cúpulas y campanarios que
alcanzaría su impronta a mediados del XIX como se muestra exuberante en la
xirografía anónima que ofreció la revista el Liceo Valenciano en 1841.
Paredones, pretiles y bolas; puentes, casilicios y
escalinatas; un friso de vida ante una ciudad, "la de las mil torres”, que como
tal reconocieron los viajeros de antiguo que llegaban hasta los pies de su
muralla.
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