Archivo Municipal
Sabido es que la razón más comentada en torno a las Torres
de Serranos, junto a las Quart, de que se mantuviera en pie tras el derribo de
la muralla cristiana fuera la de su condición de cárcel, aunque por la belleza de
su acabado y su monumentalidad, a su vez considerada como la puerta de entrada
más importante ciudad y al ocupar un espacio muy amplio frente al puente de su
nombre, lo más seguro es que fueran todas estas razones las determinantes para
no caer bajo la piqueta.
Construidas al finalizar el siglo XIV, ya en la segunda
mitad del XVI eran los años cuando el
Tribunal de la Inquisición era la principal causa de que el número de cautivos
fuera en aumento, razón por la que los
presidios se quedaran pronto pequeños. En aquellos años contaba la ciudad con cuatro
cárceles y cada una de ellas acogía a presos de diferente condición.
La prisión del Santo Oficio estaba situada en el Palacio
Real, aunque por el crecimiento de los reos fueron trasladados los mismos a una
casona situada ante el Portal de la Trinidad, que para evitar la huida de los
presos tuvo que ser fortalecida por nueve rejas, por lo que era conocida la
calle como la de “les nou reixes”, donde se establecería la cárcel de San
Narciso.
También cumplía función de cárcel un sótano del Palacio
Arzobispal dispuesto para los clérigos ajenos a sus deberes, mientras que
la Casa de la Ciudad era el penal donde penaban quienes hacían caso omiso a las
ordenanzas municipales, o amenazaban a la población con sus delitos.
Ante su necesidad, las torres de Serranos fueron
consideradas como “la prisión del gobernador”, que encerraba a quienes
atentaban contra la buena marcha de la Corona.
En la imagen vemos el aspecto que ofrecían a principios de
los años treinta cuando los tranvías habían dejado de pasar por su interior.
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