En 1928 cuando se estaba preparando en Sevilla la Exposición
Hispano Americana para la primavera del próximo año, se pensó en la
conveniencia de que el Jardín Botánico de Valencia tuviera entre sus pabellones acto de
presencia. La noticia saltó a la palestra cuando el jardín estaba dirigido por
Francisco Beltrán Bigorra, como catedrático de la Facultad de Ciencias. La
iniciativa se debió al jardinero Fernando LLopis que también destacaba por sus
artículos periodísticos en torno a los exóticos ejemplares que extendían sus
arboledas en el interior ajardinado.
Su existencia venía de antiguo, pues fue en el siglo XVII
cuando la Universidad pensó en su creación. Se sabe de su primer emplazamiento -tuvo otros- en un huerto situado junto al Hospital de San Lázaro y tuvieron que pasar
muchos años para que ocupara una nueva y definitiva zona, la ideal por la
proximidad del Turia y a su vez regada por la acequia de Rovella en su camino hacia
el interior de la ciudad. Así pues, no sería hasta principios del XIX cuando
gracias al botánico Cavanilles se adquirieron en 1802 los terrenos actuales.
La excelencia del clima valenciano hacía posible el cultivo
de especies llegadas desde Oceanía, África y Brasil y cuando terminaba la
década de los veinte del pasado siglo, más de 2.500 especies daban importancia a
un Jardín Botánico que podía codearse con los mejores europeos, pese a la
dificultades económicas que hacían prohibitivo poseer el necesario centro
tecnico de investigacion, pues baste decir que mientras que su homólogo madrileño disponía de 40.000 pesetas anuales para gastos extraordinarios, el de la calle
Cuarte, apenas disponía de 4.000.
Archivo Municipal
Sin embargo, la prensa de la época ya destacaba la presencia
en su interior de umbráculos y estufas a lo largo de sus senderos con especies
que por su singularidad causaban un gran impacto a los visitantes extranjeros,
en especial por una araucaria de 50 metros de altura, la primera conocida en
Europa. Sin embargo, la importancia del Botánico carecía de interés para los
valencianos.
Valencia tuvo su presencia en la exposición sevillana,
mediante la representación de una casa rural obra del Arquitecto Emilio Artal
Fos, sin que nos conste que aquella idea de Fernando Llopis se llevara a efecto.
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