Archivo Municipal
No era lo habitual que el Ayuntamiento se dirigiera a la
opinión pública para que se manifestara sobre el lugar adecuado para el nuevo
emplazamiento de una estatua. Esto fue
lo que sucedió ante el próximo traslado del monumento dedicado al Pintor Ribera de la
plaza Emilio Castelar, que por su escaso volumen iba a desentonar con la mayor
amplitud de la zona tras su remodelación. El alcalde José Maestre, en agosto de 1930, instó a que alzaran su voz quienes tuvieran a
bien lanzar su propuesta.
La reacción fue inmediata y la prensa salía al paso del
requerimiento en la que no faltó la consabida “Carta al Director” de algún
lector interesado que manifestaba su punto de vista.
Así, desde el periódico El Pueblo, que agradecía el gesto del alcalde, manifestando "que por falta de costumbre la respuesta de los ciudadanos ha sido escasa", se lanzaba el temor de que fuesen los Viveros su destino, haciéndose eco del lugar más nominado que no era otro que su anterior emplazamiento de la plaza del Temple, al que siguen en preferencia el
jardín de la calle Colón junto al Palacio de Justicia y el cruce de Colón con
Pi y Margall.
Archivo Municipal - 1931
La Correspondencia también mencionaba sus propuestas descartando la plaza del Carmen, que estaba dispuesta para recibir a Juan de
Juanes, mientras que citaba la G.V. Marqués del Turia frente a Jorge Juan; o la
confluencia de San Vicente con María Cristina: la plaza Cajeros -que iba a
crecer en superficie- mediante la construcción de un pequeño jardín circular
donde situar el monumento.
En su espacio Tribuna Pública de Las Provincias, una "Carta
al Director" mostraba su oposición a la Plaza del Temple, donde con
anterioridad y por mucho tiempo había sufrido el ultraje por parte de los manifestantes ante
el Gobierno Civil que se encaramaban sobre las piedras de Ribera para lanzar
sus soflamas: estudiantes, cigarreras, obreros etc. “que extraña que nuestro
buen pintor no echase mano de la tizona para ahuyentar a los profanadores”,
citaba así en su escrito el interesado, optando por la plaza del Carmen, tan
necesitada de una mejor urbanización .
Finalmente, y por beneplácito de la Real Academia de San
Carlos, se aconsejó la plaza del Poeta Llorente, donde fue instalada en febrero
de 1931 bajo la dirección del arquitecto municipal Goerlich.
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