lunes, 28 de noviembre de 2016

LA NOCHE QUE ARDIÓ EL MIGUELETE.

                
Años 60 - Cuando el 28 de Noviembre de 1657, en el vetusto Alcázar de Madrid, nació el décimo hijo de Felipe IV, tercero de su segundo matrimonio con Mariana de Austria, poniéndole por nombre Felipe Próspero, y nombrado seguidamente Príncipe de Asturias, nadie pudo presagiar, un suceso poco conocido, que conmovió a Valencia.

Gran regocijo hubo en el alcázar madrileño, por éste nacimiento, pues por fin, había un heredero en la familia austríaca, el posible Felipe V Habsburgo.

Corrió la magna noticia por todo el reino, se dispusieron fiestas, y en Valencia ente otros festejos populares, se dispararían fuegos artificiales.

Los Jurados de la Ciudad los autorizaron, y los encargados de montarlos, lo hicieron en lo alto del Miguelete, para que de todas tierras próximas pudieran disfrutarlos.

En los primeros días de Diciembre, se llevaron a efecto los festejos, fiestas en las calles, y al anochecer los fuegos artificiales desde lo alto del Campanario de la Seo.

Empezaron los fuegos de artificio, las gentes asombradas mirando hacia lo alto, sólo luz y fuego veían; la luz del artificio y el fuego que prendió a la gran espadaña, todavía de madera, viniéndose abajo la campana de las horas, quedando hecho un tizón todos sus grandes y gruesos maderos. Las gentes aplaudían ante tal demostración pirotécnica, ignorando que lo que se quemaba era el Miguelete.

Para reparar los daños ocasionados, por las autoridades, se decidió en 1660, levantar una nueva espadaña, pero de piedra.

Consta que en 1671, la nueva espadaña aún no estaba terminada, dando por concluidas las obras años mas tarde. Las piedras fueron traídas de las canteras de Godella y Burjasot.

Un suceso, tal vez menor, pero  que forma parte de la historia de nuestra Catedral.  
 
Texto Germán Gómez


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