Archivo Municipal
1927 - Ya en la recta final de su construcción los puestos del mercado se agrupaban torno a su plaza como lo venían haciendo desde muy lejanos tiempos. A su reclamo, tiendas y comercios de todo tipo se había ido estableciendo en calles próximas que tomarían su nombre por la actividad que en las mismas se ejercía.
Cercano a la puerta de la Boatella y de época musulmana se sabe la existencia de este mercado extramuros que, por la "Costum" de Jaime I, en 1239, se le otorgó el privilegio de su celebración semanal, siendo los jueves cuando se llevaba a efecto. Por el crecimiento de la ciudad y sus necesidades, se fueron creando nuevos mercados que situados en zonas habilitadas para productos determinados, iban a dar nombre a calles o plazas, donde a su vez se iban asentando los comercios especializados.
Y así y con los años, la venta del trigo se concentraba en
el Almodí, junto a la Catedral, donde se garantizaba su almacenaje. El aceite,
desde principios del XIV, tuvo su Lonja. Hubo mercado en la plaza de la Yerba, frente a la
catedral, anexo al lugar donde más tarde se construiría la Casa de la Ciudad,
mientras que la venta de aves se situó por la actual calle del Trench, donde también existían comercios de salazones. Frente al Palacio Arzobispal se ofrecían las frutas de la huerta.
Los “draps de llana” se vendían en la calle de
las Mantas y los de lino, “draps de llí” por la plaza la Figuera.
La flores perfumaban la calle “dels ramellets”, próxima al Convento de la
Merced en cuyo entorno se instalaron los
mejores carpinteros de la ciudad. La venta de zapatos se concentraba cerca de
Santa Catalina. Diferente era la venta de carne, que, mientras para los judíos existía
por la calle del Mar, los cristianos la
encontraban en la zona de Roteros y el Tossal.
En estos casos era el “credo” el que marcaba el sitio.
En estos casos era el “credo” el que marcaba el sitio.
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