1924 - Desde su poca afición a “la danza de las estatutas”, el cronista del Diario de Valencia en 1924 daba su opinión contraria al traslado del monumento del Pintor Ribera producido un par de décadas antes desde su
antiguo emplazamiento frente al Temple, que consideraba como más adecuado al de
la plaza Castelar por estar allí escondido "entre kioscos y urinarios y en
medio de una espesa arboleda, donde sólo
lo pueden ver los inválidos del trabajo que logran tomar asiento en los pocos
banquitos que van quedando en aquellos", abundado de esta forma en su
crítica municipal.
El tiempo le daría la
razón y "El Españoleto" volvería a su definitivo emplazamiento, muy próximo al de su anterior ubicación, junto a la iglesia templaria, en 1931.
Igualmente acertaba el periodista en su demanda de que las estatuas de
Santo Tomás de Villanueva y de San Luis Beltrán, en aquel año situadas en el Museo
de Bellas Artes a donde habían llegado desde el reformado puente de San José,
fueran colocadas en el puente de la Trinidad por ser paso obligado para los
alumnos del Colegio de Vocaciones Eclesiásticas, "en sus cotidianas idas y
venidas al Seminario", cuya visión "despertaría en sus ánimos,
elevados sentimientos de imitación de las excelsas virtudes de los Santos que
representan".
En su deseo, volvería a acertar el cronista, toda vez que
las estatuas labradas en mármol blanco por Ponzanelli, autor del Tritón de La Glorieta, serian situadas en el
más antiguo puente del cauce del río Turia en 1945.
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