Archivo Municipal
En uno de los mejores marcos que se ofrecía en la ciudad
ajardinada, cuando corría el año 1920, un domingo 16 de mayo, estando la Glorieta sometida a una profunda transformación, y en lugar próximo a la
Audiencia, se inauguró un monumento de piedra (a quien a la sazón fue
nombrado hijo predilecto de Valencia en el paraninfo universitario) en el que el médico Gómez Ferrer aparecía sentado sobre un banco a la sombra de una corpulenta araucaria, ante una gran concurrencia de
público en la que destacaban los niños de las escuelas públicas acompañados
de sus respectivos maestros.
Al acto asistieron con sus banderas Lo Rat Penat y alumnos
de las facultades de Derecho, Medicina, Filosofía y Letras, en una demostración
del gran afecto que se sentía por el homenajeado. La banda municipal con sus
escogidas interpretaciones amenizó la mañana.
A una tribuna fueron llegando las autoridades invitadas a la
que finalmente accedió el Alcalde y sus concejales precedidos por los maceros.
Allí concurrían el Capitán General, el Rector de la Universidad, representantes
de todas las facultades, del Instituto, de la Escuela Normal, de la de Comercio, del Conservatorio de
Música, de la Academia de Bellas Artes,
Diputación Provincial, Escuela de Artesanos, Academia de Medicina, Colegio
Médico, el Farmacéutico, del Instituto Médico, Colegios de Abogados y Notarial
y otras Sociedades, que significaron la adhesión de la vida social valenciana.
Tras emotivos manifiestos, entre los que no faltaron los elogios de un alumno de la Facultad de Medicina, D. Ramón Gómez Ferrer tomó la palabra para decir que si algún mérito tenía, se lo debía a sus padres que “le dieron el ser y que esculpieron su personalidad moral, inculcándole el amor a Dios y a sus semejantes”. En su alocución se dirigió al alcalde para rogarle perseverancia en su labor ya comenzada pro lo niños, instando a perpetuar en nuestra ciudad “la fama que un día tuvo, por anticiparse al cuidado de pobres inocentes y desamparados”.
Tras emotivos manifiestos, entre los que no faltaron los elogios de un alumno de la Facultad de Medicina, D. Ramón Gómez Ferrer tomó la palabra para decir que si algún mérito tenía, se lo debía a sus padres que “le dieron el ser y que esculpieron su personalidad moral, inculcándole el amor a Dios y a sus semejantes”. En su alocución se dirigió al alcalde para rogarle perseverancia en su labor ya comenzada pro lo niños, instando a perpetuar en nuestra ciudad “la fama que un día tuvo, por anticiparse al cuidado de pobres inocentes y desamparados”.
Sus discurso fue coronado con grandes aplausos, en un acto
muy emotivo del que daba cumplida cuenta el Diario de Valencia en su portada.
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