(Con mi agradecimiento a Amparo Cerverón LLeó)
El incendio que dejó en muy mal estado la parte del colegio situada sobre la panda del claustro
pegada a la Iglesia, fue provocado en 1939 en el momento de su abandono por
quienes lo habían tomado durante el periodo de la guerra civil.
Ya en 1874 se había producido otro incendio, pero en el lado
opuesto que da a la calle Villena, evidenciado hace escasos años por una reforma interior con la aparición de vigas quemadas.
Para la reconstrucción de la zona dañada, los padres
escolapios vendieron su casa de Godelleta a los salesianos, ahora convertida en
centro de convivencia y escuela medioambiental. Fueron tan escasos sus medios
económicos que la nueva edificación redujo su altura con sólo dos plantas, más
estrechas y sin pasillo interior. Su menor volumen benefició al claustro que
pasó de tener cinco arcos laterales a siete. La biblioteca del colegio que
estaba situada en una de las plantas destrozadas, utilizadas también para
aulas, se trasladó con el tiempo a la planta baja para estudio de los nuevos
investigadores.
En las fotos de los años veinte vemos su aspecto de entonces
con la rejas como adorno. Al quitarlas tras la restauración que se había iniciado en 1939, terminada en 1944, quedaron unos
huecos en los bancos aprovechados por los alumnos cuando jugábamos a las canicas utilizados como "guás" durante varias generaciones. Ahora, hace alguna década, se taponaron con cemento y con ello se acabo con el juego.
El viejo claustro escolar, espacio de festejos, vital para los instantes del recreo y la gimnasia, se convertía en pista de baloncesto como orgullo escolapio, especialmente en la década de los cincuenta, con los encestes de los Bernat, Penades, Carceller, Ripoll, Aranda, Machancoses, Ruá, Zanón, Sáez, Ribera, Fernández, Requeni... y el largirucho entrenador Miki:
¡Los héroes del domingo!
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