Archivo Rafael Solaz (1935)
Los valencianos, ajenos al periodo liberal que se avecinaba,
un 6 de junio de 1819 supieron con cierto asombro por la portada del Diario de
la Ciudad de Valencia de la presencia del “velocipedo”. Un artefacto, decía el
cronista, “que en camino llano aun después de haber llovido, se caminará de 6 a
7 millas por hora, que es la prisa del caballo”.
Así inició su camino un medio de locomoción que con sus
transformaciones tecnológicas, primero muy rudimentarias y con los años cada
vez más sofisticadas, mutó de forzar su avance sobre el terreno por la acción
de los pies de su conductor, “arañando”
el suelo, sentado sobre un artefacto de dos ruedas, al de una bicicleta de muy
ligera aleación, “motorizada” por el efecto de un piñón capaz de imprimir gran
velocidad, merced a una cadena impulsada por los pedales.
Archivo de F. Pérez Puche
Pero a paso muy lento, ya en la década de los ochenta de
aquel siglo, en el Skating Garten “situado en el jardín del Santísimo, entrada
junto a la Alameda”, se alquilaban velocípedos por cuatro reales la hora,
mientras que en la Exposición Regional de 1883 promovida por la Real Sociedad
Económica de Amigos del País se abrían “las vías de nuevos adelantos” con la
presencia de “los últimos modelos de vehículos de dos ruedas”.
Según la prensa de la época,
fue en la festividad de la Virgen de los Desamparados cuando un 7 de
mayo de 1886 tuvo lugar en Valencia la primera carrera de velocípedos en el
paseo central de la Alameda, cuando ya empezaban a ser conocidos como bicicletas,
nombre que venía por la patente en 1885 de John Kemp Starley de su modelo
conocido como Safety Bicycle que había revolucionado el sector, “dejando atrás
todos los modelos conocidos”.
Tuvo que pasar medio siglo para que en 1935 se celebrara la
I Vuelta a España. La Alameda, siempre tan unida a la bicicleta, fue final de una
etapa de 188 km que se había iniciado en Tortosa. La afición a su deporte
alcanzaba ya "velocidad de vértigo", aunque se fuera vestido con
pantalón largo, alpargatas de careta y camisa de manga larga como nos muestra
el joven satisfecho asido al manillar: eso sí, arremangada.
Bibliografía: F. Pérez Puche "Valencia en bicicleta"
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