Archivo Biblioteca Valenciana
En 1908 Vicente Blasco Ibáñez
decidió abandonar la política. Dejaba atrás sus años de "rosarios de
aurora", de rebeldías que le llevaron a la cárcel de San Gregorio, de política nacional en
la Carrera de San Jerónimo, para iniciar su particular "hacer las américas", que si en un
principio significó el fracaso, al final y por sus crónicas bélicas, alcanzó la
fortuna aburguesando su vida con "viaje de vuelta al mundo" y retiro
dorado en Mentón.
Pero en sus primeros éxitos
editoriales, en Arroz y Tartana, Blasco Ibáñez refleja la Valencia del momento
torno a la plaza del Mercado, que por su vecindad de la calle Jabonería Nueva,
lugar de sus primeras travesuras, conoció con todo lujo de detalle, más aún
por su afán por la novela costumbrista tan en boga cuando finalizaba el siglo
XIX.
En la postal viajera de 1908 se
concentran aquellos lugares de los que se valió nuestro famoso escritor para
dar vida y enjundia al mercado, introduciendo pintorescos personajes de gran
atracción popular.
De La Lonja y sentados en sus
escalones de entrada, ojos ansiosos vigilaban al "Pardalot de los Santos Juanes" esperando el milagro misericorde. A los pies de la gran fachada barroca, las
covachuelas, justificaban una terraza útil para observar las almenas, gárgolas,
medallones reales y las bellas tracerías. Una al otro fijaban sus miradas en
golosa abundancia junto al Mercado, con su "ambiente bullicioso, sensorial
y colorista de sus puestos de venta".
Al lado, el cuerpo de la guardia
del Principal, donde los soldados "refrescaban los calores del verano
tomando melones y sandias". Un lugar, sin duda, donde en alguna ocasión
debió surgir la orden de detención a nuestro intrépido autor.
El Mercado, con "los
cestones de caña de las verduleras, y su vaho de hortalizas pisoteadas y frutas
maduras", con el alivio de una duna de blancos toldos, completan nuestra postal.
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