1920 - Durante el mes de septiembre de aquel año el buen tiempo alargó el verano. La recolección del arroz fue excelente y su grano se vendió a un muy buen precio; no así entre los vinateros, no tan contentos, debido a la escasa demanda, mientras que los "paseros" vendían su fruto al precio que les daba la gana. El verano daba sus coletazos en un ambiente de Juegos Florales en algunos pueblos cercanos a la ciudad.
Mientras tanto, en las inmediaciones del Hospital, un comisario de policía sufría un atentado en el que un niño fue alcanzado sin gravedad junto a la plaza de Pellicers. En la ciudad, un rumor de huelga general rondaba las calles ante la demanda de las centrales sindicales, a la que deseaban adherirse carreteros, tipógrafos, ebanistas, sastres, más un largo etcétera.
Sin embargo, en el Balneario de las Arenas se estaba bien. Una parte de la sociedad valenciana se reunía en sus instalaciones, luciendo las damas sus tocados y vestidos de entretiempo de falda plisada. La brisa era agradable, por lo que el abanico cerrado era más bien un adorno para las manos, en ocasiones portadores de mensajes guardados. Los niños divertían sus juegos. La arena hacía de alfombra mojada.
Era la Valencia feliz de los años veinte. Mientras la ciudad hervía de espaldas al mar, las olas ahogaban murmullos de su vida social.
Era la Valencia feliz de los años veinte. Mientras la ciudad hervía de espaldas al mar, las olas ahogaban murmullos de su vida social.
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