Archivo Municipal
Tras el derribo del Convento de Santa Tecla y la puesta en marcha de la calle de la Paz, surge un nuevo espacio urbano llamado a concentrar durante medio siglo la vida comercial de la ciudad junto a la plaza de Santa Catalina, que por su menor dimensión y como punto de paso al mercado, había sido el epicentro de la Valencia decimonónica. Placita que por el incesante trasiego humano en la zona, el esponjar sus calles se había convertido en el principal anhelo del consistorio.
Surge pues la plaza de la Reina, así bautizada en 1878 como homenaje a la esposa de Alfonso XII y se convierte en el punto de encuentro de calles de principal importancia: San Vicente, Paz y Mar, donde se ubicarían nuevos establecimientos comerciales que iban a significar un nuevo hábito de compra en la familia valenciana.
En ella se instalan los almacenes de La Isla de Cuba, Máquinas Singer, el Bazar Quirúrgico, la Joyería Martínez, el Precio Único, Bovi Peluquero, La Perla del Turia, tiendas a las que entre otras acudían su fiel clientela; el Café El Siglo en la esquina de la calle Paz era punto obligado, entre agua y azucarillos.
Se iniciaba la motorización y son escasos los coches sobre una calzada donde los carros se resisten a abandonar, que vemos en la foto de los años 20 ante la entrada del azucat de "Angosta de Borriol". Carros y mulas que existirían durante bastantes años por nuestras calles.
Tendrían que pasar más de sesenta para que una nueva y amplia plaza de la Reina dejara en el olvido la del Micalet a pies de su torre.
Y de aquella plaza de Santa Catalina apenas queda la taza caliente de chocolate, aunque el bullicio de la gente siga intacto.
Y de aquella plaza de Santa Catalina apenas queda la taza caliente de chocolate, aunque el bullicio de la gente siga intacto.
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