Cada vida es un mundo y aunque cohabitan cercanas, poco tienen en común.
La vieja aldaba con su repique ha cedido en ésta ocasión al paso del tiempo, y en la sustitución surge un conjunto de timbres, hilos en cruce de cables cada uno rumbo a su destino.
Nada ha sido programado y día a día han ido apareciendo como setas en el bosque. En el umbral de la vieja escaleta, se establece la chispa eléctrica que abrirá el paso del visitante.
Cruce de cables y de vidas, cada uno a la suyo; ajenos a las normas, y en su rebeldía, crean un cuadro al libre albedrío cual metáfora vecinal que no entiende de leyes ni de normativas ni está sujeto a control de calidad alguno.
Cumple en su eficacia, sí, en su más perfecto y ordenado desorden.
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