1921 - Ya fuera para vestir elegantemente, para cubrirse la cabeza de las inclemencias del tiempo o para dar la apariencia de todo un gentil caballero, el sombrero masculino era una de las prendas que hasta hace poco más de medio siglo, ha acompañado a todo hombre que se haya preciado en el bien vestir.
Había que cubrirse la cabeza, pues el sombrero era el signo de la elegancia, al tiempo que servía para descubrirse ante la dama, bien para demostrar su exquisita educación o para teatralizar una muestra de afecto o de lo que se escondía en su corazón, o simplemente por un interesado respeto.
Hasta los años sesenta del pasado siglo el sombrero era la prenda de vestir imprescindible, tanto durante el frio invierno como en la canícula del estío. De origen incierto en época griega, tuvo su esplendor entre los cortesanos, navegando por las páginas de la historia dejando en su estela un lenguaje de gestos que en la actualidad es como un idioma muerto.
Hasta finales de los cincuenta su presencia en la sociedad de cada instante era tan necesaria como los zapatos, tanto en forma de sombrero más o menos caro, de gorra deportiva o de barato.
Pero esto, es otra historia.
Vemos a Vicente Blasco Ibáñez con un grupo se amigos en los Viveros, los Jardines del Real, donde el sombrero luce como una más de las prendas de vestir y como seña de distinción, quizás antes o después de visitar el Restaurante Viveros de su interior, en ocasión de su última visita a Valencia.
Entrañable recuerdo. Mi padre siempre lo llevó hasta que murió en 1972.
ResponderEliminarDe hecho en todas las casas que recuerdo había en el recibidor un perchero para colgar el sombrero. En las casas de ahora eso ya es innecesario.
Gracias por enseñarnos estas fotos tan bonitas