1808 - Más de dos siglos ya del frustrado intento de
invasión del Mariscal Moncey. Y ahí siguen
en pié, erguidas; quedaron heridas, pero no destruidas. Y dando fe de
dicho testimonio, infinidad de agujeros que las descarnaron por la lluvia de
los cañones, las torres de Quart perduran en el tiempo.
Tal vez hoy, el olor a pólvora de la Valencia en fallas que impregna sus huecos, les recuerden el que desprendía la artillería francesa, y quizás sus cimientos tiemblen como entonces, pero no decaen. Torres que fueron fortalezas para defender la ciudad, que fueron prisión para hombres, hogar para las blancas palomas que utilizaron sus agujeros como nidos entre amorosos arrullos, que fueron, son y serán:
Tal vez hoy, el olor a pólvora de la Valencia en fallas que impregna sus huecos, les recuerden el que desprendía la artillería francesa, y quizás sus cimientos tiemblen como entonces, pero no decaen. Torres que fueron fortalezas para defender la ciudad, que fueron prisión para hombres, hogar para las blancas palomas que utilizaron sus agujeros como nidos entre amorosos arrullos, que fueron, son y serán:
¡Cicatrices
de triunfo!.
Texto de María Martínez Gavilán.
Y que las pueda lucir durante mucho tiempo . Bon día y un abrazo. Gregorio
ResponderEliminarPasaron viejos tranvías por su portal. También circulabamos por él.
ResponderEliminarPasan mucho mejor los años por las Torres de Quart.