Colección Díaz Prósper
1920 - La amigable costumbre de pasar un rato agradable sentado en una mesa para disputar una partida aparcando las labores del campo o de quienes ya por su avanzada edad las ha abandonado, de siempre, ha ocupado unas horas del día para dejar por un instante los habituales hábitos a los que nos vemos obligados. O bien, cuando ya libres de nuestras profesiones la ocasión para reunirse es un acicate, para al menos por unas horas, conseguir que el tiempo pase tan veloz como distraído. Actualmente los hogares de los pensionistas o la taberna del barrio cumplen con eficacia estos deseos. No era así antaño para la gentes más humildes que procuraban la misma distracción aunque ocupando otros lugares, como es el caso que observamos en esta fotografía de los años veinte que bien pudiera ser el de un corral familiar donde se celebra una partida de dominó, en la que no faltan espectadores sentados en sillas de enea con sus faces tranquilas, al igual que vemos en algunos cómo alargan las puntas de sus cigarrillos para su mejor rédito. Ausente a la partida y a la derecha, apoyándose en su bastón, uno de los amigos tendrá en su mente alguna que otra meditación distante al transcurso del juego, mientras el resto fijan su mirada para ver cómo el seis doble es ahogado por la estrategia del juego. Completa el lugar la fresquera y el banco de la cocina del hogareño lugar.
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