Archivo Municipal
1913 - El 10 de julio y en jornada vespertina se recordaba en la ciudad el
centenario del nacimiento de uno de sus hijos ilustres, D. José Cristóbal Sorní, quien había destacado
por la abolición de la esclavitud desde su cargo como ministro de la I
República.
En su homenaje, el Ayuntamiento había acordado para ese día la colocación de una lápida en su casa natalicia de la calle Cambios. Y mientras por parte de las redacciones de Las Provincias, La Correspondencia y el blasquista El Pueblo se daba cumplida información del acto, muy elogiado por cierto, al que asistió numeroso público y al que se asociaron todas las entidades y corporaciones de la ciudad, el Diario de Valencia, sin embargo, tomaba a guasa lo que denominaba una "concentración republicana", que, de digno evento, la redacción del periódico lo transformaba en un vulgar sainete:
Comenzaba el cronista de este último en su columna titulada “Lo que “se”
hemos reído”, con esta descripción:
“Un carafalito arreglado de florero; una cortina contemporánea de doña Juana la Loca y seis metros de percalina blanca y azul colocados en dos balcones...en realidad, el homenaje a don Cristóbal Sorní ni fue acontecimiento ni nada; un pequeño desahogo de las huestes republicanas, reducidas al átomo impalpable por mor de la unión discurrida en el privilegiado caletre del joven y grandilocuente diputado”.
“Un carafalito arreglado de florero; una cortina contemporánea de doña Juana la Loca y seis metros de percalina blanca y azul colocados en dos balcones...en realidad, el homenaje a don Cristóbal Sorní ni fue acontecimiento ni nada; un pequeño desahogo de las huestes republicanas, reducidas al átomo impalpable por mor de la unión discurrida en el privilegiado caletre del joven y grandilocuente diputado”.
El redactor no
entraba en más detalles del acto ante la casa natal del prestigioso político, dato del que estaba muy lejos su consideración.
Se limitaba tan solo a informar que tras descubrir la lápida tomaron la palabra D.
Vicente Dualde y el Alcalde, iniciándose a continuación una marcha que a su
paso por la calle de la Paz “formaba todo cuanto vale, significa y bulle en la
política valenciana”.
Y así nominaba a sus participantes: “La ciencia y la filosofía estaban representadas por
Sábata, Cachoches y Dátil; la alta banca, por Cacau, Baldragues, Milocha y
Pelma; el comercio, por Ripio y Sabata; el arte, por el Segallós, el Coixo y
Moltafam; la industria por Serapio el Cairer y Sabino el Encanat; la
aristocracia, por el marqués de Seba y el duque del Foguer. A los que se
agregaban hasta doscientos republicanos que no habían podido cambiar de ropa y
dejaban cierta apetitosa aulorita, muy propia del sudor y de la estación”.
Terminaba su crónica
haciendo referencia a la corona de flor natural que colocaron en una pared de
la calle Sorní, en una acción encomendada a un sujeto que "fue obsequiado
con cuatro reales de gratificación por su trabajo; el hombre entre sonriente y
ruboroso no quería admitir la moneda y el que se la daba, le dijo:
-Prensa, home, en ca que siga pa un got de vi.
Y le dio una peseta falsa”.
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