Colección Biblioteca Valenciana
1923 - Finalizaba el año y el 6 de diciembre abría sus
puertas el Gran Teatro en la nueva avenida Amalio Gimeno que, por su conexión
directa entre la Estación del Norte y la plaza de Castelar, se convertía en una
puerta de entrada principal a la ciudad. Además de estar llamada a codearse
entre las más importantes de sus vías urbanas.
Al día siguiente de su inauguración el cronista del Diario
de Valencia estaba enfadado. Lo demostraba en su portada. Tenía motivos
para ello, lo que no fue óbice para que en su profesionalidad destacara las
cualidades del nuevo centro de ocio que había iniciado su andadura con una
representación musical: las zarzuelas de Amadeo Vives, Maruxa y Bohemios.
La sala, abundaba el redactor en su descripción del
interior, contaba con un vestíbulo foyer, Café Bar, galerías y escaleras,
regalando al espectador el mejor efecto
visual posible por su decoración y por su iluminación que resultan espléndidas. Decía.
Hablaba en su crónica de la existencia de dos pisos: en el principal
hay palcos laterales y un agradable anfiteatro, en el segundo localidades
preferentes de delantera y la entrada general; luego hay dos proscenios
solitarios que parecen colgados del piso principal de situación no tan
gallarda; y el patio de butacas que es lo que parece acercarse más a las
intenciones de futuro cine.
Pero la razón de su enfado venía al final de su columna,
lamentando no poder dar referencia de la interpretación musical, pues por el
peligro atrapar una pulmonía se vio precisado a abandonar el teatro sin esperar
a que el primer acto de Maruxa terminará.
La razón de su huida venía dada por una intolerable corriente de aire que por el acceso lateral derecho de la sala al
escenario, se proyecta sobre los espectadores próximos a donde el redactor se
hallaba, lugar al que había sido invitado.
Finalizaba haciendo una llamada a la empresa para
que tomara medidas para facilitar su trabajo en próximas actuaciones, sin
temor alguno para el crítico, y de esta guisa contribuir con su tarea a los buenos propósitos
de la dirección. Y, al tiempo, suscitar en el público la afición hacia tan digno
espectáculo.
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