viernes, 17 de junio de 2016

¡ABAJO LA CIUDADELA!

Archivo Las Provincias

1901 - “A las seis de la mañana, cincuenta bomberos, a las órdenes de los sobrestantes señores Albert y Cortelles, entraron el torreón, piqueta en mano, comenzando la demolición y á las once se presentaron en el paseo de la Glorieta la brigada de Bomberos precedida de la música, y poco después el capitán general, el gobernador civil y el alcalde, a quienes esperaban en el Paseo los concejales Sres…”

Así comenzaba la crónica del día 19 de septiembre de aquel año en Las Provincias. Efectivamente, la víspera se había acometido el derribo del torreón de la Ciudadela por decisión del capitán general Luis Pando, a quien el diario felicitaba por la decisión tomada que bien merecía la gratitud de Valencia, toda vez que la mayoría de los ciudadanos consideraban el edificio como “una antigualla sin mérito ni utilidad alguna y un obstáculo para la urbanización de aquella parte de la ciudad”.

Mandado construir en 1574 cómo Casa de las Armas para guardar los útiles necesarios para proteger a la ciudad del ataque corsario proveniente del norte de África,  su recuerdo traía un hecho poco grato para la historia de la ciudad. Ya en el siglo XVIII,  retiradas las tropas del archiduque, el ejército de Felipe V tomó la Casa de Armas, hallando en su interior gran cantidad de armamento capaz para dotar a un ejército de 10.000 hombres. Ello hizo que se tomará la decisión de reforzar la defensa de la ciudad con la construcción de un torreón próximo y hacia el interior de la ciudad, con foso y almenas “entre las cuales asomaban su negra boca los cañones”. No se quedó ahí la cosa, pues se hicieron importantes mejoras en el resto de la Ciudadela y como recuerdo de la victoria, se colocó una lápida en sus remozadas paredes que traducida del latín inscrito, decía así: “Felipe V Rey de las Españas, vencidos los enemigos de Almansa,  ocupada Valencia y perdonados sus habitantes por su clemencia, hizo esta obra para la seguridad de la ciudad y del reino. Año 1709”. La placa, que no gustaba a los valencianos, fue arrancada en la Guerra de la Indepedencia. El nuevo torreón que se hallaba entre las dos puertas de los cuarteles de Artillería fue derribado hacía ya unos años.

La página triste de su historia se escribió el 5 de junio de 1808 cuando los “tres ó cuatrocientos franceses, de nacimiento unos, de procedencia otros, dedicados al comercio y a la industria casi todos” fueron encerrados en la Ciudadela como medida de precaución por sus vidas, mientras que algunos los hacían voluntariamente en busca de amparo. Aquella tumultuosa jornada terminó con el salvaje asesinato de los franceses allí custodiados, instado por un canónigo de la Colegiata de San Isidro, llegado de Madrid, lleno de odio hacia el invasor francés.  Un mes después, el canónigo que había sido detenido y sometido a un proceso en el castillo de Palma, regresó a Valencia para ser ejecutado en el garrote junto a trescientos de sus sicarios.

Con la desaparición del destartalado torreón que a su vez traía a la actualidad de la prensa tan tristes recuerdos, la zona quedaba libre para su modernización.  

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