Archivo Las Provincias
1901 - “A las seis de la mañana, cincuenta bomberos, a las órdenes de los sobrestantes señores Albert y Cortelles, entraron el torreón, piqueta en mano, comenzando la demolición y á las once se presentaron en el paseo de la Glorieta la brigada de Bomberos precedida de la música, y poco después el capitán general, el gobernador civil y el alcalde, a quienes esperaban en el Paseo los concejales Sres…”
Así comenzaba la crónica del día 19 de septiembre de aquel
año en Las Provincias. Efectivamente, la víspera se había acometido el derribo
del torreón de la Ciudadela por decisión del capitán general Luis Pando, a
quien el diario felicitaba por la decisión tomada que bien merecía la gratitud
de Valencia, toda vez que la mayoría de los ciudadanos consideraban el edificio
como “una antigualla sin mérito ni utilidad alguna y un obstáculo para la
urbanización de aquella parte de la ciudad”.
Mandado construir en 1574 cómo Casa de las Armas para
guardar los útiles necesarios para proteger a la ciudad del ataque corsario
proveniente del norte de África, su
recuerdo traía un hecho poco grato para la historia de la ciudad. Ya en el
siglo XVIII, retiradas las tropas del
archiduque, el ejército de Felipe V tomó la Casa de Armas, hallando en su
interior gran cantidad de armamento capaz para dotar a un ejército de 10.000
hombres. Ello hizo que se tomará la decisión de reforzar la defensa de la
ciudad con la construcción de un torreón próximo y hacia el interior de la
ciudad, con foso y almenas “entre las cuales asomaban su negra boca los
cañones”. No se quedó ahí la cosa, pues se hicieron importantes mejoras en el
resto de la Ciudadela y como recuerdo de la victoria, se colocó una lápida en
sus remozadas paredes que traducida del latín inscrito, decía así: “Felipe V Rey
de las Españas, vencidos los enemigos de Almansa, ocupada Valencia y perdonados sus habitantes
por su clemencia, hizo esta obra para la seguridad de la ciudad y del reino.
Año 1709”. La placa, que no gustaba a los valencianos, fue arrancada en la Guerra
de la Indepedencia. El nuevo torreón que se hallaba entre las dos puertas de
los cuarteles de Artillería fue derribado hacía ya unos años.
La página triste de su historia se escribió el 5 de junio de
1808 cuando los “tres ó cuatrocientos franceses, de nacimiento unos, de
procedencia otros, dedicados al comercio y a la industria casi todos” fueron
encerrados en la Ciudadela como medida de precaución por sus vidas, mientras
que algunos los hacían voluntariamente en busca de amparo. Aquella tumultuosa
jornada terminó con el salvaje asesinato de los franceses allí custodiados, instado por un
canónigo de la Colegiata de San Isidro, llegado de Madrid, lleno de odio hacia
el invasor francés. Un mes después, el
canónigo que había sido detenido y sometido a un proceso en el castillo de
Palma, regresó a Valencia para ser ejecutado en el garrote junto a trescientos
de sus sicarios.
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