jueves, 8 de febrero de 2018

LA PLAZA DE LA IGLESIA DE BENICALAP

                     

Una vieja foto de los setenta me obliga a rememorar una parte de la historia que hemos vivido los que nacimos en el barrio de Benicalap. Había comenzado años antes una construcción que entre anárquica y falto de plan de urbanización del barrio hacía que frente a fincas descontextualizadas, pero muy de la época, se entrecruzaran las antiguas construcciones que daban sabor al barrio.

La iglesia de S. Roque estaba terminada. Su fachada, después de los años 70, adquiere la forma actual si bien todavía presidia la entrada en ella la cruz de los   “Caídos por Dios y por España” con la enumeración de los que cayeren en el bando nacional. Recuerdo que la plaza tenía socavones y en la mayor parte pequeños guijarros que eran restos del intento de darle consistencia y adaptar el espacio para los actos religiosos que se realizaban.

En él se daban las “disparás y castillos” en las fiestas del barrio. Los domingos, los bautizos. Toda la chavalería rodeaba al neófito y acompañantes cantando “Padrí ronyos ha parit un gos, si no tira confitura que es mullga la criatura“. Una lluvia de caramelos, acompañados de monedas, disolvía el grupo que entre empujones y codazos cada cual cogía los que podía. Era un lugar idóneo para los partidos de fútbol, amén de montar las fiestas patronales y del Cristo. Pocas, pero sí alguna vez, montaban los clavarios “varietés" trayendo en el espectáculo a figuras del momento y vallando el espacio con cañizo con el fin de que el que quisiera verlo pagara. Esto traía quejas y pitidos. La mayoría de nosotros encontrábamos el hueco o aprovechábamos el descuido para “colarnos”.

En la foto, en su centro, un gran portalón daba entrada a Químicas Oro. Una industria química que llenaba de color y olor las acequias empleadas como desagües. La contaminación era algo normal y productos y olores tóxicos se arrojaban a las acequias que a su vez servían para riego del campo. Se había establecido en la alquería del Rull en 1955. Tal vez sea esta la última foto de la industria ya que en 1975 se trasladó al polígono de San Antonio de Benageber. En la foto y casi encarada con la iglesia había una  finca con planta baja y piso. 

La familia Cotanda, dedicada a la venta de pescado en el mercado, vivía en la planta baja. Era la casa de los Hermanos Cotanda Vinaixa. Manolo no siguió el oficio de sus padres licenciándose en Medicina. Rafael, el pequeño, conocido por todos como Rafelín, se graduó de ATS y ejerció muchos años en la Fe, y Trini,  la mayor, comadrona, ayudó a traernos a este mundo a muchos de los críos del barrio. Arriba vivía Manolo, María Ángeles y Amparo la familia conocida como la “gorrera" por dedicarse a la confección  de esta prenda. En la foto se ve al lado de esta un espacio cerrado que se aprovechaba como almacén de Químicas Oro. 

Eran finales de los 70 y ya la foto deja entrever el avance de las fincas de nueva construcción. El avance conllevó arrasar las características que definían el barrio. Se llevó la alquería del tío Rull. Al lado la alquería de San Joaquín. El Portalet. El horno de Canya. La plaza de Benicalap. Conjunto que definía las características primitivas de una zona huertana que arrancaba desde la Conquista. 

En la actual remodelación llevada a cabo desde finales de los 60 no hay nada que pueda decirnos quienes fueron nuestros ancestros. Tan solo el recuerdo plasmado por cada cual y que forma parte de una conciencia colectiva cada vez mas diluida.

Texto de Eduardo Donderis Folgado

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