Archivo Fundación Goerlich
Valencia en 1914 tenía seis teatros. A ellos se les iba unir pronto uno con vocación de estar en la línea de los mejores de España,
incluso de superarla. Contaba la ciudad con un joven arquitecto dispuesto
igualmente a estar entre los mejores. El binomio encajaba a la perfección, por
lo que el empresario Manuel Porres dejó en manos de Francisco Javier Goerlich
(quien había obtenido el título de arquitecto en el mismo año) la dirección de
tan suntuosa obra, en principio como Teatro-Circo de acuerdo con la moda
imperante. El solar del Convento de Santa Clara era el marco adecuado para su
lucimiento en un lugar céntrico con gran proyección hacia la vida lúdica y
bohemia: la del espectáculo.
La fachada principal estaba rematada por grupos
escultóricos: uno simbolizaba la escultura y la pintura mediante dos soberbias
matronas, otro compuesto por dos personas se recreaban en la música y la poesía
y un tercero mediante figuras humanas en homenaje a la aviación y al
cinematógrafo. Estaban los tres coronados por unos angelitos como remate
artístico, mientras que por la fachada se mostraban grandes manchones remarcado
por carátulas, llamando la atención por su osadía un arco de una sola pieza
sobre la entrada al teatro que lucia una artística verja de hierro.
En cuanto al interior, agradó y mucho su vestíbulo estilo
Luis XIV, decorado por las manos de José Benlliure hijo, quien se encargó de su acabado artistico, con una regia
escalinata como acceso al patio de butacas, y dos soberbias escaleras en los
flancos hacia el piso principal. Pero lo que dejó asombrado al público fueron
las dimensiones del salón: sus 50 metros de largo con un ancho de 18 metros y
13 de altura admiraron a los asistentes.
Para el disfrute de los espectáculos se ofrecían localidades
clasificadas por butacas, palcos plateas, palcos principales, asientos de
preferencia en la planta baja y delanteras y entrada general en el piso
superior.
Para su acceso, además de la entrada principal a la calle Pi y Margall, disponía de seis puertas en la calle Convento Santa Clara comunicadas con el salón y dos más con el escenario.
En su inauguración la asistencia del público fue todo un éxito, pues con su capacidad para más de 1500 espectadores tan solo quedaron vacíos un par de palcos y unas pocas butacas de las últimas filas, con la representación de tres conciertos a cargo del maestro Lasalle. Ya en la década de los veinte, el Trianón se adaptó a la magia del cinematógrafo, deslumbrando al público hasta 1948, el año de su derribo.
Para su acceso, además de la entrada principal a la calle Pi y Margall, disponía de seis puertas en la calle Convento Santa Clara comunicadas con el salón y dos más con el escenario.
En su inauguración la asistencia del público fue todo un éxito, pues con su capacidad para más de 1500 espectadores tan solo quedaron vacíos un par de palcos y unas pocas butacas de las últimas filas, con la representación de tres conciertos a cargo del maestro Lasalle. Ya en la década de los veinte, el Trianón se adaptó a la magia del cinematógrafo, deslumbrando al público hasta 1948, el año de su derribo.
cUANDO MAS TE LEO JULIO, MAS ME DOY CUENTA QUE ERUDITOS DE NUESTRA QUERIDA VALENCIA COMO TU, ES LO QUE VERDADERAMENTE NOS HACE MUCHISIMA FALTA, PARA DESEMPOLVAR, LUGARES, EDIFICIOS Y PALACIOS DESAPARECIDOS, POR LA INCULTURA Y LA FALTA DE INTELIGENCIA DE LOS MUCHOS POLITICOS QUE NOS HAN DEJADO ASOLADA PARE DE NUESDTRA CULTURA.
ResponderEliminarUN FUERTE ABRAZO MI QUERIDO AMIGO JULIO