Foto cedida por Mado Martínez de
Año Cero
1915 - El almanaque estaba fijado
en la primera semana del mes de julio. El cinematógrafo ya había iniciado su
andadura con una amplia cartelera en la prensa que ofrecía distracción. Hacía
calor y los cines de verano aún no existían. La Feria de Julio casi estaba
dispuesta y los valencianos gozaban el frescor de la noche.
De repente y como la pólvora,
surgió la noticia de que en la plaza del Esparto, entre otras espeluznantes
alarmas, se oían repetidos golpes que se atribuían estar producidos por una
mujer que estaba secuestrada en el interior de la casa con el número 7,
pidiendo algo así como socorro. El foco de atención estaba creado y ante la
casa de los duendes se concentró el gentío.
Cada una de las personas en su fascinada imaginación exclamaba causas
dispares.
La prensa local se hizo “eco” de
la noticia y en su diaria columna su titular llamaba la atención con diferente
tono: la “Casa de Tócame Roque” aludía el diario El Pueblo, mientras que la
Correspondencia envolvía el edificio como “La casa misteriosa”. Más concreto
era Las Provincias con su crónica anunciado “la casa de los ruidos” de los que
también informaba el Diario de Valencia. Pero todos coincidían en que había que
poner fin a tanta superchería, descubriendo al osado bromista que producía
expectación.
Los ruidos, golpes, gritos o lo
que fuere, iban adquiriendo verosimilitud merced al gentío que se concentraba
en la plaza con una variada versión de lo acontecido en el interior de aquel
entresuelo en el que vivía un guardia civil retirado. Tenía contigua una casa
deshabitada donde por orden del Gobernador se iniciaron las pesquisas
necesarias en busca de quién producía tanto jolgorio. Tabiques vecinos, tejados
y alcantarillas fueron investigados, con la utilización de hambrientos
micrófonos de noticias que tan solo supieron del ayuno. Intervinieron el Juzgado y el Ayuntamiento, también la
Guardia Civil con cargas para despejar la zona en la que se habían lanzado
petardos por quienes querían amenizar la fiesta que se transformó en causa de
desorden público con algunos heridos.
Los ruidos cesaron pasados unos
pocos días y nunca se supo de su autor.
Pasado un siglo, un halo de
misterio envuelve aún la plaza del Esparto. En ello estriba su verdadero encanto.
¿Hubieron o no ruidos? ¿Hablaron
los espíritus?
Queda tan solo el eco de la noticia.
Queda tan solo el eco de la noticia.
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